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La cruz de Malta (Custom Historia)

La cruz de Malta (Custom Historia) Publicado por FeniXD

13 años 4 meses antes - 13 años 4 meses antes #1357
LA CRUZ DE MALTA-CUSTOM

La iconografía que ha formado lo que llamamos ‘cultura biker’, tiene su origen en el final de la IIª Guerra Mundial y el regreso a casa de los soldados americanos que participaron en ella.

Partiendo del final de la misma, vamos a ver como se interrelacionan todos esos iconos, acerca de los cuales alguna vez todos nos hemos preguntado. Si me acompañáis en esta lectura, daremos un breve repaso al origen de las bandas de motoristas, las cruces de hierro, las pinturas y pin’ups en los depósitos de las motos, el sentimiento ‘anti-japonés’, las motos bobbers, choppers, trikes y en general toda esa miscelánea que ha formado lo que podríamos llamar ‘rollo biker’ y que en su mayoría tiene un origen militar.

Para intentar comenzar por el principio, vamos a situar nuestro punto de partida en la tarde del 16 de agosto de 1945. Una buena remesa de combatientes arriba al puerto de Nueva York a bordo de un carguero de la marina norteamericana. Las siluetas de los rascacielos recortadas contra el encendido color del atardecer y un lejano retumbar de tambores, hacen subir a cubierta a los dos mil soldados que viajan en el barco. Al poco, sirenas, vítores y pancartas saludan la llegada de los héroes, que tan sólo algunos días antes han luchado en una de las guerras más sangrientas de la historia.

La vuelta al hogar de los veteranos resultó ser agridulce, y su adaptación nada fácil. Sin duda se alegraban de encontrarse al fin en casa pero el país que ahora los aclamaba había cambiado enormemente durante los años de su ausencia. El mundo que estos ex-combatientes habían vivido durante la guerra era de torrentes de adrenalina y enfrentamiento diario con la muerte, y ahora la tranquila y pacífica vida que encontraron no fue fácilmente digerida. Esta situación generó entre muchos veteranos un desasosiego similar al que sentirían dos décadas más tarde los aturdidos soldados que regresaban del infierno de Vietnam. La moto, se convirtió en símbolo de ese malestar, y buscando revivir aquella emoción y paradójica libertad de los tiempos de la guerra, miles de veteranos se encontraron errando por las carreteras americanas en grupos, dando origen a las famosas bandas de motoristas , que incorporaban los conceptos de camaradería y honor traídos de la guerra. La moto, y en concreto una primera rudimentaria transformación apodada ‘Bob Job’, se reveló como el vehículo ideal para cualquier manifestación de rebeldía. Y bien cierto es que en aquella época de posguerra y nuevo afán consumista, la rebeldía tenía mucho que decir.

Muchos de estos soldados recién licenciados se establecieron en el sur de California y empezaron a comprar motos usadas. Las modificaron inspirándose en las máquinas de ‘Hill-Climb’ de los años treinta, Quitaban guardabarros delanteros, acortaban traseros y, en general, eliminaban cualquier elemento cuyo peso lastrara la aceleración o el manejo. La ‘Bob Job’ representa la antítesis de la perfecta moto de turismo de los años 40, la velocidad lo es todo ahora, y es lo que determina la forma de la máquina. La gente gasta su dinero en carburadores y magnetos y se deshace de la instrumentación, que sólo aporta peso y datos. Los colegas que empujan la moto sustituyen con ventaja al mecanismo de arranque, que también pesa lo suyo, se tiran a la basura los adornos y aditamentos estéticos y los huecos que muestra la moto después de aligerarla son sencillamente ignorados. Las apariencias nunca habían importado en una trinchera o en un bombardeo.

Para estos motoristas sus empleos eran un incordio, que interrumpía su trabajo en las motos, pero la paga les permitía pagar las mejoras y recambios, y a algunos hasta llevar su moto al pintor para decorar los depósitos con alegorías de los morros de los aviones militares. La inspiración de las tan típicamente americanas pinturas de pin’ups (literalmente ‘pierna para arriba’, son los conocidos dibujos de chic as en atuen dos y postura más o menos “sexy”Giño, llamas o ‘scallops’ provenían de la decoración de los aviones de combate, principalmente bombarderos, que también habían participado con estos veteranos en la gran guerra, y así comenzaron a verse motos, por lo general Harley Davidson e Indian, que eran auténticas réplicas de los llamativos motivos pintados en el morro de los aviones de la U.S. Air Force.

Estas pinturas han dado o rigen a toda una cultura que comprende diversas formas artísticas: tatuaje, fotografía, ilustración, posters, publicaciones de todo tipo y numeroso merchandising, sobre todo en los U.S.A. Es el llamado Nose-Art (‘arte de la nariz’), proveniente de la nariz o morro de los bombarderos. Y que comenzando tras la Iª Guerra Mundial con las primeras decoraciones de Mickey, y Popeye, cabezas de indio, bisontes, etcétera, alcanzó su edad de oro durante la IIª Guerra Mundial. Los aviones empiezan a poblarse con montones de Pin ‘Ups, cada vez mejor ilustradas, ‘Lady Luck’, las “bola ocho” o el par de dados de la suerte, Imágenes tan típicamente americanas como aquí puedan serlo la peineta o el toro de Osborne que jalona nuestras carreteras.

También de la aviación militar de los Estados Unidos proviene un nombre mítico como es el del más conocido M.C.: los Hell’s Angels. Y es que durante la IIª Guerra Mundial, Hell’s Angels era el nombre de la XIª división aerotransportada, una unidad de élite de paracaidistas del ejército U.S.A y también el nombre de varias escuadrillas de bombarderos B-17 y B-26, y un escuadrón de caza P-38.

Esta referencia a la decoración militar, nos va a servir para enlazar con el controvertido asunto de la simbología nazi, en algunas de estas pinturas de aviones y posteriormente de motos ‘Bob Job’, comenzaron a verse algunas cruces de hierro, típico recordatorio y/o trofeo que hacía referencia a los aviones enemigos derribados. Algunos veteranos lucían también alguna cruz de hierro o incluso svasticas en su muñeca, cinturón, o sujeta a su vestimenta, mucha gente se llevó las manos a la cabeza diciendo: “¿Cómo es posible, si han luchado contra ellos? ¿Cómo pueden adoptar los símbolos de los nazis después de la barbarie y las vidas que ha costado esta guerra?” Pues muy simple, en realidad eran “trofeos”, insignias arrancadas de los uniformes de los enemigos muertos, y pienso que era mejor y más inocente, que arrancar cabelleras u orejas, ¿no?

Con el tiempo y aún en la actualidad se han oído ciertas justificaciones disfrazadas de “origen histórico” sobre este típico símbolo adoptado por algunos bikers. Se dice que en realidad no tiene nada que ver con la simbología del nazismo, que son cruces de malta, y cruces utilizadas hace ya siglos por las antiguas ordenes militares, de caballería y religiosas. Y sí, así es, en realidad el nazismo se apoderó de muchos símbolos ya anteriormente existentes, a veces con muchos siglos de antigüedad y diversos significados.Las cruces de hierro eran también una condecoración prusiana del siglo XIX, y muy anteriormente fueron utilizadas por la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (Templarios) y la Orden del Hospital de San Juan (Hospitalarios). estos últimos, que acabaron instalados en la mediterránea isla de Malta, le dieron el nombre de “Cruz de Malta”, También existieron cruces ‘patadas’ y ‘visigodas’ con el mismo formato. La ‘Svastika’ es un símbolo solar con origen en el Neolítico en los pueblos indoeuropeos. Su nombre, de origen hindú, proviene del sánscrito y también aparece en el arte Celtibérico y en los pueblos prerromanos de la península ibérica. Asimismo, el águila de alas extendidas del III Reich también procede del Antiguo Imperio Romano, etecétera… Pero no dediquemos más tiempo a toda esta parafernalia y volvamos a las motos.

Todo esta “historia antigua” de la Cruz de Hierro es cierta, pero tan cierto como que su utilización en el mundo biker comenzó como un trofeo de guerra traído de Europa por algunos soldados norteamericanos que tras jugarse la piel ante los alemanes, lograron volver a casa.

Esta guerra también dejo en la sociedad americana y más aún en los ex-combatientes, el tan célebre, sentimiento anti-japonés, que aún se mantiene entre muchos bikers yankees, y que nació tras el bombardeo de Pearl Harbour por parte de la aviación imperial japonesa el 7 de diciembre de 1941. Ya veis como la IIª G.M. nos ha dejado en herencia mucha de la iconografía biker, y parece que fue punto de partida de gran parte de la cultura que aún hoy inspira gran parte de nuestro mundo biker. Esta guerra influyó además muy positivamente y benefició sobremanera a Harley Davidson, que salió del conflicto armado con ‘doble premio: grandes ingresos derivados de su contrato para abastecer al ejército, y la afición y fidelidad a la marca de los veteranos de guerra, que grabaron en su memoria de forma indeleble sus días de guerra junto a la moto de Milwaukee.

Las Bobbers que acompañaron en sus correrías a los veteranos de la IIª G.M., con el tiempo fueron evolucionando hasta convertirse en choppers. Mientras que las ‘Bob Job’ anteponían las prestaciones a todo lo demás corriendo en los lagos secos intentando batir récords de velocidad, las choppers fueron olvidando poco a poco las prestaciones y la faceta deportiva de la moto, Y así las asas de guardabarros trasero que servían para empujar las bobbers, se alargaron y transformaron en los sissy bar de las choppers. Se alargaron las horquillas y se aumentaron los ángulos de las pipas de dirección reduciendo sensiblemente la manejabilidad, pero ¿a quién le importaba? El caso era “romper” con la insidiosa vida normalizada. Ahora los inconformistas ya no querían correr, preferían recorrer sin prisas los caminos en busca de la siempre ansiada libertad. Y estas choppers fueron el estilo de moto que encontraron los veteranos de Vietnam a su vuelta a casa, y que utilizaron para volver a mostrar su descontento con la sociedad y reclamar su cuota de rebelión sociocultural.

Se dice también de los veteranos de Vietnam que al regresar a su país, a menudo con una pierna de menos, a veces sin las dos, con parálisis de los miembros inferiores, o con alguna otra merma física o mutilación, imaginaron y crearon, al principio de forma artesanal, unas motos que no lo son: los Trikes. Para conseguir un equilibrio que no podían obtener por sí mismos, decidieron implantar en la trasera de la moto una tercera rueda, y encontraron en estos triciclos motorizados la puerta hacia el uso y disfrute de sus Harley Davidson a pesar de sus mutilaciones.

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Publicado:
26 enero, 2011 / 02:03

Categoría:
Solo Moto

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13 años 4 meses antes - 13 años 4 meses antes #1358
LA CRUZ DE HIERRO-MILITAR
Cabe mencionar que la idea de la Cruz de Hierro surgió de la cruz negra que usaban en sus capas los caballeros católicos de la Orden Teutónica durante las Cruzadas. Esto es un dato histórico interesante que no esta incluido en el cuerpo del texto.

La Cruz de Hierro

La Cruz de Hierro es una de las condecoraciones militares más antiguas y tal vez la más conocida del mundo y fue la primera que se creó en Alemania.

Cruz de Hierro de 2ª Clase — 1939

Su historia

Fue instituida por el Rey Friedrich Wilhelm III, en Breslau, el 17 de marzo de 1813 durante la Guerra de Liberación en contra de Napoleón.



La condecoración fue diseñada por el arquitecto Karl Friedrich Schinkel a pedido de Federico III, quien inicialmente pensó que sería una medalla para esa campaña, sin embargo, fue reinstituida en 1870 en ocasión de la guerra Franco—Prusiana. Durante la Primera Guerra Mundial, se volvió a reinstituir y luego de la derrota en vez de perder prestigio se convirtió en un símbolo de orgullo militar que se mantuvo hasta 1939. Hasta ese momento fue una condecoración netamente prusiana.

Cruz de Hierro de 1ª Clase — 1939

La Cruz de Hierro de Primera Clase original era de hierro colado de color negro, pero no resaltaba en los uniformes negros y por tanto se introdujo el primer cambio que consistió en un borde de plata. Hasta abril de 1813 se fabricaron solamente cuatro prototipos y una vez aprobado por Federico III, se inició la producción inicial de trescientas condecoraciones.



Al igual que el resto de las Cruces de Hierro de Segunda Clase, está formada por 3 piezas, 2 externas de plata alemana soldadas entre sí que sujetan el núcleo de hierro semimate. Si bien tiene las mismas dimensiones que la de 1939 (44×44 mm), cada lado tiene 2 mm menos de grosor que la de 1939. En la parte frontal aparecen, en orden descendente, la corona imperial, la letra W (en honor al Kaiser Wilhelm II) y la fecha de su instauracion, 1914. En su parte posterior aparecen, en orden descendente, la corona imperial, las letras FW (en honor al Kaiser Friedrich Wilhelm III), las hojas de roble, y la fecha de su instauracion (1813). La Cruz lleva una banda de color blanco y negro, colores representativos de la Alemania de la Primera Guerra Mundial.

Cruces de Hierro de 2da Clase 1813 y 1914,
de la colección de Pedro Cortés – Munich

Modelos originales

Inicialmente se crearon tres variantes:

— Gran Cruz de Hierro
— Cruz de Hierro de 1ª Clase
— Cruz de Hierro de 2ª Clase

La Gran Cruz de Hierro de otorgó seis veces hasta finalizar las guerras napoleónicas, ocho veces durante la guerra de 1870—1871 y sólo se concedió cuatro veces durante la Primera Guerra Mundial.

Hasta 1918, se otorgaron 5.500.000 Cruces de Hierro de 2ª Clase.

La primera Cruz de Hierro de 1ª Clase se otorgó el 17 de abril de 1813.

Durante la Guerra Franco-Prusiana la Cruz de Hierro de 1ª Clase fue otorgada 1300 veces y la Cruz de Hierro de 2ª Clase cerca de medio millón de veces.

La Cruz de Hierro de 1ª Clase durante la Primera Guerra Mundial se otorgó 218.000 veces.



Segunda Guerra Mundial

En 1939, Hitler la convirtió la Cruz de Hierro en una especie de símbolo del Partido Nacionalsocialista al incluirle la Esvástica, pero y a partir de ese momento, dejo de ser exclusivamente prusiana, para convirtirse en una condecoración alemana.

El 01 de Setiembre de 1939, se reinstituyeron las dos categorías iniciales, la Cruz de Hierro de 2ª Clase y la Cruz de Hierro de 1ª Clase. Además fueron creadas dos nuevas clases, a saber, Cruz de Caballero para la Cruz de Hierro y Gran Cruz para la Cruz de Hierro. Esas condecoraciones se llevan en el cuello y no en el pecho como sus antecesoras y se concedió sólo a oficiales y también a unidades completas. Durante el transcurso de la guerra fueron creadas cuatro nuevas clases para la Cruz de Caballero.

Ese mismo día, 01 de setiembre de 1939, fue creado un broche para identificar a los que se hicieron acreedores de la Cruz de Hierro de 1a Clase y 2a Clase, emblema que se llevaba en el pecho. El broche resultaba más seguro y conveniente, para ser llevada hasta en el campo de batalla.

Hojas de Roble

La Cruz de Caballero


Las Cruces de Caballero fueron motivo de gran despliegue publicitario, cosa que el Ministerio de Propaganda sabía explotar muy bien. Cada otorgamiento incluía la emisión de una cantidad de fotografías del beneficiario, las cuales eran generosamente distribuidas. Gracias a ello ahora hay muchas fotografías de gran calidad, muchas de ellas autografiadas, de aquellos que fueron condecorados con ese galardón.

El merecimiento a las Hojas de Roble, las Espadas y Los Brillantes para las Cruces de Caballero eran abrepuertas en los altos círculos sociales, que en cierto modo servía para igualar lo

s merecimientos que tenía un plebeyo, con los de personajes de la alta sociedad.
Hojas de Roble y Espadas

Clases

— Cruz de Caballero para la Cruz de Hierro
(Ritterkreuz)

— Cruz de Caballero para la Cruz de Hierro con Hojas de Roble
(Eichenlaub)

— Cruz de Caballero para la Cruz de Hierro con Hojas de Roble y Espadas
(Eichenlaub und Schwerter)

— Cruz de Caballero para la Cruz de Hierro con Hojas de Roble, Espadas y Brillantes
(Eichenlaub, Schwerter und Brillanten)

— Cruz de Caballero para la Cruz de Hierro con Hojas de Roble en oro, Espadas y Brillantes
(Eichenlaub, Schwerter und Brillanten)

— Gran Cruz para la Cruz de Hierro
(Grosskreuz des Eidernen Kreuzes)

Criterios

Las condecoraciones se otorgaron únicamente a quienes las merecieron. En especial, la Cruz de Caballero y sus variantes fueron otorgadas de manera muy cuidadosa. El criterio de otorgamiento exigía que fuera necesario tener la condecoración de menos grado para hacerse acreedor a la siguiente clase. Sin embargo, sólo la Cruz de Hierro de 2ª Clase y la Cruz de Hierro de 1ª Clase fueron ocasionalmente otorgadas de manera simultánea. Los condecorados podían adquirir oficialmente cruces similares a la otorgada, para usarlas diariamente mientras guardaban la original a buen recaudo, pero debían pagarlas con su propio peculio. De esa forma evitaban su deterioro y posible pérdida en combate.

La Cruz de Hierro fue concedida no sólo por demostración de valor ante el enemigo, sino también por desempeño meritorio en la planificación de la guerra o por mérito en actividades del servicio. También fue concedida por liderazgo sobresaliente y por esa razón muchos oficiales la recibieron por desempeño sobresaliente de la tropa bajo su mando.

La Cruz de Hierro se otorgó en todas las ramas de las Fuerzas Armadas Alemanas y a los aliados del Eje. Aunque fue originalmente concebida para premiar el valor en combate, se otorgó a organismos civiles uniformados, como policía, bomberos, grupos de rescate, empleados de ferrocarril, Juventudes Hitlerianas etc. La cinta de las cruces para los civiles tenía los colores invertidos pero esta diferencia fue eliminada cuando se creó la Cruz de Mérito de Guerra, esta cruz tiene los colores en la cinta invertidos.

La Cruz de Hierro fue otorgada sin manipulación política, pero es cierto que los miembros de las divisiones de elite tenían más posibilidades de obtenerlas, que los rangos bajos de la Wehrmacht.

1957

Luego de la Segunda Guerra Mundial, los símbolos nacionalsocialistas fueron declarados ilegales y prohibida su exhibición pública. Sin embargo, en 1957 el Parlamento Alemán nuevamente legalizó su uso por quienes la ganaron durante la Segunda Guerra Mundial, pero con los símbolos nacionalsocialistas removidos. Mediante ese acto legislativo la Cruz de Hierro recuperó su importante significado para quienes con todo derecho la ganaron en el campo de batalla. Por tanto, en la actualidad los pocos sobrevivientes que ganaron esas medallas, nuevamente la lucen con orgullo, tal cual lo hacen todos los veteranos del mundo que fueron condecorados.

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13 años 4 meses antes - 13 años 4 meses antes #1360
LA CRUZ DEL TEMPLE



TEMPLARIOS

Los inicios de la Orden del Temple

Los inicios de la Orden del Temple son inciertos y no nos ha llegado la suficiente documentación para determinar con exactitud cuándo se funda la Orden, cómo y quiénes son todos sus fundadores.

Se desconoce la identidad de todos los caballeros que iniciaron la Orden de los Templarios, aunque entre sus fundadores se menciona a Hugo de Paganis (figura asociada por la historiografía oficial a un noble de la Casa de los condes de Champaña, llamado Hugo de Payns), así como el flamenco Godefridus de Sancto Audemaro (conocido por Godofredo de San Omer, de la familia de los Castellans de San Omer en Flandes), Godofredo Bisol, Payen de Montdidier, Rossal y Archibaldo de Saint-Amand. Una carta del rey Balduino nos permite conocer a otros dos caballeros cuyos nombres son André y Gondemaro.

Hacia 1118 se reunieron en Jerusalén para consagrarse al servicio de Dios, a modo de canónigos regulares, siguiendo la regla de San Agustín y haciendo ante el patriarca Gormondo los tres votos ordinarios de obediencia, pobreza y castidad, más un cuarto voto de defender y preservar los Santos Lugares, así como proteger a los peregrinos. El rey Balduino II les cedió el ala de su palacio situado en la antigua mezquita de Al-Aqsa, en el Monte del Templo, de ahí su nombre posterior, templarios.


No se sabe de quién partió la idea de organizar una fuerza armada para la protección y defensa de los peregrinos que llegaban a Tierra Santa. En caso de que Hugo de Paganis fuese como se dice Hugo de Payns, cabe pensar que llegara a Tierra Santa en el año 1114 en compañía del conde de Champaña. De ser así, la idea de crear la Orden del Temple habría partido directamente él, testigo de las vejaciones y crímenes que tenían que sufrir los peregrinos, o bien del propio conde de Champaña, que no habría podido encabezar personalmente la fundación y aprobación de la Orden al tener que regresar a Europa reclamado por su esposa. También se dice que la iniciativa partió del rey Balduino, del Patriarca de Jerusalén, de alguno de los compañeros de Hugo de Paganis, o del joven abad cisterciense San Bernardo de Claraval.

Sello templario

Mucho se ha especulado sobre las actividades que habrían desarrollado los primeros templarios desde 1118 a 1127. Lo cierto es que durante esos nueve años los freires templarios conservaron el hábito secular, pero poco más se sabe de lo que hicieron en las ruinas del Templo de Salomón y de sus actividades de protección a los peregrinos en Tierra Santa.

Cuando finalmente los caballeros pidieron la regla, el patriarca Esteban de la Fierte rogó al papa Honorio II que se la concediese. Éste encargó el importante asunto a Bernardo, abad de Claraval, sobrino del templario fundador, André de Montbard.

Fue Godofredo de San Omer quien junto a otros caballeros templarios acompañó en 1128 a Hugo de Paganis, elegido primer Maestre de la comunidad naciente, y al patriarca de Jerusalén al concilio de Troyes, donde la Orden del Temple recibiría La Regla.


Desde ese momento comenzaron a recibirse incontables donaciones y peticiones de ingreso de nuevos hermanos en la Orden. Ello llevaría a que, en pocos años, aquellos pobres Soldados de Cristo, que iniciaron su singladura residiendo en las ruinas del Templo de Salomón, fuesen convirtiéndose paulatinamente en la orden militar más poderosa, rica e influyente del Medievo.



“NON NOBIS DOMINE, NON NOBIS SED NOMINE, TUO DA GLORIAM”

Este histórico lema de los templarios impuesto a la Orden por su primer padre espiritual, San Bernardo de Claraval, sumariza en unas pocas palabras el ideal y el propósito de su existencia.
Los primeros hermanos no vivían y luchaban por interés personal, sino por un concepto, el establecimiento de la sociedad cristiana, una civilización dedicada a la gloria de Dios. La caballería de hoy intenta emular esta gran tradición en el hecho de que sus trabajos y vidas deben ser un ejemplo para otros y como una hermandad tener como objetivo llegar a construir una aristocracia del espíritu.
Un caballero templario entiende que hay un Dios, una vida creada por El, una verdad eterna y un propósito divino. En consecuencia esta implícito que la verdadera existencia y las bases históricas de la Orden tienen por objeto:

1.- Luchar contra el materialismo, la impiedad y la tiranía en el mundo.
2.- Defender la santidad del individuo.
3.- Afirmar la base espiritual de la existencia humana.

Este es un tremendo objetivo, pero esta es la elección de la caballería. Es por lo tanto el deber de los caballeros prepararse y equiparse a si mismos para sostener esas creencias fundamentales. La misión original de la Orden es tan real hoy en día como lo fue en 1118 cuando se fundo, sólo que las circunstancias han cambiado.
Las crisis y los retos que afronta hoy en día la humanidad reclaman una cruzada que es más importante que cualquiera a que se haya enfrentado la Orden en el pasado. La continuidad de nuestra civilización, con todos sus errores es el reto de hoy en día. En consecuencia es necesario canalizar el trabajo y las actividades de la Orden de tal modo que sea posible entablar esa batalla ideológica que nos reta para la defensa de los valores que sostiene una sociedad basada en la ética y construida a través de siglos.
Trabajando por estos principios fundamentales, la Orden cooperara con otras ordenes similares a través del mundo en contra del desmoronamiento y los elementos destructivos que prevalecen hoy en la sociedad humana. Sin embargo, no es suficiente oponerse a estos males, la Orden debe sostener la justicia natural y los derechos fundamentales del hombre y estimular la descentralización del poder político del estado reconociendo el derecho de los pueblos y las naciones a gobernarse a si mismos dentro de su medio económico natural.
De acuerdo con estos principios, la Orden reconoce a todos los seres humanos como hijos de Dios, sin relación a raza o sexo y que tienen el derecho de buscar su bienestar material y desarrollo espiritual en condiciones de dignidad, de seguridad económica y de igualdad de oportunidades. La consecución del marco de referencia para que esto sea posible debe constituir el objetivo central de toda política internacional.
La Orden apoya la libertad de expresión, de conciencia y de religión; defensa colectiva y medidas positivas para erradicar la pobreza y la injusticia que amenazan la paz del mundo.
La Orden entiende que la felicidad y la dignidad no solo dependen del bienestar físico sino de cosas en las cuales a las personas les sea posible tomar un interés vivo y profundo mas allá de sus propias vidas privadas.
La Orden cree en políticas claras y practicas, siendo aquellas las que aseguren una vivienda decente, atención sanitaria, fomentando que todos tengan la oportunidad de vivir una vida total y activa, pudiendo desarrollar sus talentos naturales.
La Orden fomenta el patriotismo, expresado en el orgullo hacia la propia tierra y sus logros y el reconocimiento del lugar que le corresponde entre las naciones y sus deberes para con la humanidad. Sostiene además la idea de que cada nación debe establecer los mecanismos apropiados para vigilar y aconsejar la mejor utilización de los recursos naturales, en vista de la crisis que se producirá a la larga de minerales esenciales, petróleo, agua, etc.., como también en la agricultura y la forestación
Entiende que la educación es probablemente la responsabilidad más importante que tienen aquellos encargados de la administración para proveer de instrucción adecuada a nuestras futuras civilizaciones. Se estima que la única política educacional realista es la que se dirija a asegurar los requerimientos que exige la era tecnológica, debiendo también respetarse la persona humana y su derecho y deber de hacer una elección justa, sin comprometer la capacidad del individuo de reflexionar y decidir.
Mientras la educación determine el futuro de la civilización la Orden aboga por una línea de acción militante pero sin sectarismos, para encauzar la consecución de los objetivos, en todos estos importantes aspectos.
En conclusión la Orden cree que los objetivos y espíritu de la misma desde un punto de vista histórico, espiritual e ideológico deben promoverse cada día mas, recuperando los valores culturales y morales del mundo occidental.


Código Templario

Los que son soldados del Temple son soldados de Dios. Como tales deben siempre andar con Dios y ser más que simples mortales. Deben conducirse con humildad y ser los más honorables, los más nobles, los más corteses, los más honestos y los más caballerosos.
El templario debe servir a la Orden y no esperar ser servido por ella. Que lo que colabore lo haga en servicio de Dios y no debe esperar recompensa salvo el saber que con ello honra a la Orden por su devoción.
El templario no debe causar a ninguna criatura herida o daño, sea esta una criatura humana u otra, sea por ganancia, placer o vanidad. Al contrario, el templario debe intentar llevar la justicia a todos aquellos que no la reciben porque todos son hijos de Dios y a todos a concedido Dios el don de la vida.
Ante todos los seres el templario debe demostrar caballerosidad, cortesía y honestidad, teniendo presente que son testigos de Dios.
Un templario debe vivir cada día como un crítico del día anterior, de esta manera cada nuevo amanecer será un paso hacia una mayor nobleza.
Ningún templario deberá ofender de forma alguna a una persona u otro ser. Para todos el templario debe ser un ejemplo de caballerosidad.
Ninguna mujer deberá temer nada de un templario, ni de sus palabras ni de sus acciones. Ningún niño deberá padecer tampoco ese temor. Ningún hombre, no importa cuan rudo sea, deberá temer a un templario.
Donde hay debilidad allí el templario debe llevar su fuerza. Donde no hay voz allí el templario debe llevar la suya. Donde están los más pobres allí el templario debe distribuir su generosidad.
Un soldado del temple no puede estar esclavizado por creencias sectarias u opiniones estrechas. Dios es la verdad y sin Dios no hay verdad. El templario debe siempre buscar la verdad porque en la verdad está Dios.
Jamás un templario debe deshonrar a otro, porque dicha conducta le deshonrará a él y llevará descrédito a la Orden.


En su conducta el templario:

* No debe ser brutal.
* No debe emborracharse en forma ofensiva.
* No debe ser ni inmoral ni amoral.
* No debe ser cobarde ni bestial.
* No debe mentir ni tener intenciones maliciosas.
* No debe buscar posiciones de engrandecimiento dentro de la Orden. Se contentará con aquellos puestos que le sean encomendados para mejor servirla.
* No debe juzgar a nadie dentro o fuera de la Orden por sus posesiones o su posición social. Antes al contrario debe juzgar por el carácter y la bondad o falta de ellos.

· Debe expresar verdadero sometimiento a los principios del Temple y obediencia a sus oficiales en todas las cosas de la Orden, en tanto entienda que sean verdaderos templarios y merezcan dicha obediencia.
· Debe ser un verdadero patriota hacia la tierra que Dios le ha dado.
· No debe cazar a ninguna criatura ni por vanidad ni por deporte.
· No debe matar a ninguna criatura salvo para alimentarse o en defensa propia.
· Debe mantenerse firme y veraz en las justas causas de Dios.
· No tomará actitud ofensiva contra ningún hombre por la forma en que se dirige a Dios, aunque esta sea diferente o extraña. Antes al contrario el templario deberá intentar entender como otros se acercan a Dios.
· Debe siempre ser consciente de que es un soldado del Temple y tratar siempre que sus obras sean un ejemplo para los demás.


LOS HECHOS CRONOLOGIA HISTORICA DE LA ORDEN 1ª parte – hasta el 19-3-1314

1.118/1.119 – Nos dice Guillermo, que fue canciller del Reino de Jerusalem y Obispo de Tiro en su “Historia rerum in partibus transmarinis gestarum” que:
“En aquel año de 1.119, ciertos nobles caballeros, llenos de devoción a Dios, religiosos y temerosos de Él, poniéndose en manos del señor patriarca para el servicio de Cristo, hicieron profesión de querer vivir perpetuamente siguiendo la costumbre de las reglas de los canónigos, observando la castidad y la obediencia y rechazando toda propiedad. Los primeros y principales de entre ellos fueron dos hombres venerables, Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer”
Otro historiador, (esta vez en el S XIII), Jacobo de Vitry, que fue obispo de Acre, nos cuenta asimismo ese acontecimiento en su “Historia orientalis seu hierosolymitana”. Este, nos añade algún dato más que el anterior:
“Se comprometieron a defender a los peregrinos contra los bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano”
“Observaban la pobreza, la castidad y la obediencia según la regla de los canónigos regulares..”
Al principio no fueron más que nueve… y durante nueve años, se vistieron con ropas seculares… ”
“Y como no tenían iglesia ni lugar en que habitar, el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo del Señor… y por esa razón se les llamó más tarde –templarios.“
Tenemos ya de entrada un problema para situar la fecha de inicio de la Orden o de presentación ante Balduino II. Algunos historiadores abogan por 1118 y otros por 1119. Dado que las crónicas son posteriores, y conociendo que el viaje a Europa de Hugo de Payens se produce en 1127, tomamos la de 1.119 ya que entre uno y otro pasan esos nueve años.
De todas formas, no se nos escapa que sus actividades se iniciaron mucho antes.
Hugo de Payens nació en Troyes, se supone que alrededor de 1.080. Fue oficial de la casa de Champagne y participó en la primera cruzada como responsable de las huestes del conde de Blois y de la Champagne. Se casó y tuvo un hijo “Teobaldo”. Falleció el 24 de mayo de 1136 siendo maestre del Temple.
Los caballeros fundadores de la Orden fueron, según la crónica:

Hugo de Payens Godofredo de Saint-Omer Godofredo Bisol Payen de Montdidier Archembaud de Saint Aignant Andrés de Montbard Gondemar Hugo de Champagne Jacques de Rossal. En todo el proceso de formación de la Orden tiene un papel importante de apoyo o incluso de incitación a su formación, el Rey de Jerusalem Balduino II. Efectivamente estuvieron residiendo en una parte de su palacio (las caballerizas) pegado a la mezquita de Al-Aqsa, precisamente encima de las ruinas del templo de Salomón. Algo más tarde, los monjes custodios del Santo Sepulcro, les ceden un terreno contiguo a esas caballerizas.
Durante esos nueve años, los nueve caballeros se ganaron una justa fama en la defensa de los peregrinos. Si nos atenemos a las crónicas, durante ese tiempo no aceptaron a ningún hermano nuevo, pero nos dice la lógica que la protección de los caminos, aunque fuera solamente el de Jaffa-Ramleh-Jerusalem precisaba de más hombres para que fuera de la efectividad que se dice tenían. Por ello podemos pensar que aunque no fueran más que nueve los caballeros, debían de tener una pequeña tropa regular de soldados a sus órdenes.
1.127 – Es en este año en que Hugo de Payens y cinco de sus caballeros, portando una carta de presentación de Balduino II a Bernardo de Claraval y financiando el rey de Jerusalem el viaje, regresan a Europa.
En esa carta se pide a la iglesia que de protección a ese grupo de hombres y les ayude a cumplir su misión. Misión que era la de dar a conocer la Orden entre la nobleza europea y reclutar hombres para la Orden y lo que es lo mismo, para la protección de Tierra Santa. Pero la más importante misión era la de obtener la protección de Bernardo de Claraval, que era también sobrino de Andrés de Montbard, para obtener la autorización eclesiástica para la fundación de la Orden y la aprobación de su “regla” de vida.
La “regla”, llamada después primitiva o latina fue redactada en Oriente, probablemente con la ayuda del patriarca Balduino II. Se basa en la regla agustiniana, que rige a los canónigos regulares del Santo Sepulcro de Jerusalem pero discrepa de la misma en cuanto la del Temple hace referencia a la doble condición de monjes y de soldados, cosa impensable entre los seguidores de San Agustín.
Esta regla, de la que se dice que la última versión, antes de presentarse al concilio fue realizada por Bernardo de Claraval, fue escrita en latín, contaba con sesenta y ocho artículos y una introducción que resaltaba la dimensión de religiosos, de los monjes – soldados:
“ A vosotros, que habéis hecho voluntaria renuncia de vuestras voluntades personales, que prestáis servicio de caballería al Rey con armas para la protección de vuestras almas, velad en un sentido universal al escuchar maitines y todos los servicios, según se establece en el lugar canónico y lo que dicten los maestres regulares de la santa ciudad de Jerusalem…”
1.128. - Contando con el apoyo de San Bernardo, el Maestre consigue que el Papa Honorio II convoque un concilio que autorizará eclesiásticamente la orden ya fundada.
Pensemos que en aquel tiempo, la convocatoria de un concilio no era tan inusual como en la actualidad. En aquel mismo año se celebró otro en Arras y tres años antes se habían celebrado cinco, pues después de la solución a la “querella de las investiduras” hacía falta ir precisando y solucionando los puntos de conflicto entre la Iglesia y el poder temporal.
El 14 de enero dan inicio las sesiones del concilio de Troyes. Asisten un cardenal (Mateo de Albano)que preside el concilio como legado papal en Francia, dos arzobispos, (los de Reims y Sens con sus obispos sufragáneos- 10 en total-), 6 abades, (los de Vézelay, Cîteaux, Clairvaux -San Bernardo-, Pontigny, Troisfontaines, Molesmes ), algunos personajes laicos tales como Teobaldo de Blois (conde de Champaña), Andrés de Baudement (senescal de champaña) el conde de Nevers y por supuesto una gran cantidad de clérigos del Cister que impulsó las ideas reformistas y cuya asistencia fue altamente positiva para llevar a buen fin la aprobación de la regla.
1.130. - Después del concilio se dedican a recorrer Europa en busca de caballeros y donaciones para la Orden. Consiguen importantes dádivas de la mayoría de las casas reinantes y establecen las bases de las provincias templarias en el continente, Inglaterra y Escocia. Antes de partir hacia oriente, lo que harán en compañía de Fulco de Anjou, que viajaba a Palestina para desposarse con la heredera del reino, Payens nombra a Payen de Montdidier “maestre de Francia” y este último se dirige a París mientras los demás parten a Tierra Santa. El balance de lo obtenido es muy positivo. En hombres, más de trescientos caballeros son los que se embarcan. En donaciones, además del oro se han conseguido los “relief” de importantes feudos y la propiedad de iglesias, derecho de limosnas de determinadas iglesias en días estipulados, granjas y lugares. En prestigio, se puede decir que tanto la iglesia como los poderes seculares conocen ya la nueva milicia.
En ese mismo año, escribe Bernardo de Claraval su “De laude novae militiae” (aunque algunos autores sitúan el texto entre los años 1130-1136). En ese elogio, según dice el mismo Bernardo de Claraval, largamente solicitado por Hugo de Payens, intenta conciliar la idea del monje y del guerrero en una sola persona y a la vez y de forma muy audaz, cruza el umbral de la llamada “guerra justa” en la cual se combate por el bien común a la “guerra santa” en la cual se combate en nombre de Dios.
“Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a un doble combate: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos precauciones, no teme a los hombres ni a demonio alguno. ¡Moveos con paso firme, caballeros y obligad a huir al enemigo de la cruz de Cristo! ¡ Tened la seguridad que ni la muerte ni la existencia os podrán alejar de su caridad! ¡Glorioso será vuestro regreso de la batalla, dichosa vuestra muerte, si ocurriera, de mártires en combate! “
1136 – El 24 de mayo fallece Hugo de Payens. Le sucede Roberto de Craón, llamado “El Borgoñés”, un noble proveniente de Anjou.
Si con Hug de Payens se crea la Orden y se da a conocer entre la nobleza y el clero europeos, con Robert de Craón se consolida, se crea una base sólida y estructura para poder gobernarla con eficiencia. A lo largo de su maestrazgo muestra dotes de líder hábil y diplomático. Tiene la sensatez de renunciar a la herencia de Alfonso I de Aragón y consigue importantes privilegios de la Iglesia.
1139 - (29-03) Se promulga la bula “OMNE DATUM OPTIMIM” que fue la “carta magna” de la Orden. En ella, Inocencio II libera al Temple de toda sujeción a la autoridad eclesiástica, excepto la del Papa y concede además otros importantes privilegios:
· Les permite conservar el botín tomado a los sarracenos
· Sitúa la Orden bajo la tutela exclusiva de la Santa Sede, de forma que únicamente dependerá e la autoridad del Papa
· Reseña que la autoridad de la Orden recae en el Maestre y sitúa la “casa capitana” en Jerusalem.
· Estipula que se debe de tener la condición de hermano profeso para ser elegido maestre y que la elección deben de realizarla “todos los hermanos juntos o por lo menos los más juiciosos de entre ellos”
· Prohibe modificar “la regla”. Solamente el maestre, con la venia del capítulo ostentará esa facultad.
· Prohibe que se exija a la Orden ningún tipo de servicio u homenaje feudal.
· Prohibe que los que abandonan el Temple sean admitidos en otras ordenes, salvo con la autorización del maestre o del capítulo.
· Confirma la exención de diezmos y el disfrute de los recibidos, con el consentimiento del obispo.
· Les autoriza a tener sus propios capellanes, quedando estos fuera de toda jurisdicción diocesana.
· Concede a la Orden la facultad de construir oratorios en lugares anexionados al Temple, para orar y ser enterrados allí.
1140 - Es probablemente el año en que se produjo la traducción de la regla Latina, al francés. Esa traducción se realizó con algunas modificaciones sustanciales:
· Se suprime el periodo de prueba o noviciado, excepto para los capellanes.
· En su artículo 2º “De los hermanos excomulgados”, el traductor sustituye “ubi autem milites non excommunicatos congregare audient…”, justamente por el texto contrario “Allá donde conocierais que están reunidos caballeros excomulgados, allá os mandamos que vayáis”. Del resto del artículo se evidencia que no se trata de un error de transcripción, sino que el cambio fue realizado con toda la intención.
- Los templarios obtienen la ciudad de Gaza y la fortaleza de Safed, en Galilea
1144 - La bula “MILITIS TEMPLI” les concede el beneficio de hacer colecta una vez al año en cada iglesia secular.
- Cae en manos del Islam, el condado de Edesa, en Tierra Santa. Es el hecho que desencadena la II cruzada.
1145 - La bula “MILITIA DEI”, dirigida a los obispos, les notifica la autorización al temple para construir sus oratorios.
1147 - Eugenio II asiste al capítulo general de la Orden, en la nueva casa de París, estando presente el Rey de Francia, el arzobispo de Reims y diversos prelados. Se reunieron 130 caballeros de la Orden. En esa reunión, realizada precisamente para preparar la cruzada, es donde el Papa concede al Temple la cruz en el manto, “en el lado izquierdo por encima del corazón”. Los cronistas no dan más detalles de la cruz, salvo que era de tela, cosida en el manto y “… los del temple la llevan sencillamente bermeja…”
1149 - Fallece Roberto de Craon. Le sucede Everardo de Barres, el cual parte para Francia en compañía de Luis VII que asimismo regresa de la cruzada
1150 - De Barres preside un capítulo en París (14-05-1150). Andrés de Montbar, Senescal de la Orden, le escribe una carta anunciándole la muerte de Raimundo de Antioquía y le reclama en Jerusalem.
1151 - En lugar de regresar a Tierra Santa, De Barres decide buscar una vida más tranquila y se retira al monasterio cisterciense de Cîteaux. El temple reclama su vuelta en varias ocasiones, sin resultado. Fallece el 25-11-1174 en el mismo monasterio. Bernad de Tremelay es Maestre del Temple. Diversas fuentes citan también a Hugo Jofre como Maestre.
1153 - En el sitio a la fortaleza de Ascalón, fallece Tremelay. El nuevo maestre es André de Montbart, de la familia de Bernardo de Claraval.
1156 - (17-01)Fallece Andrè de Montbard. Le sucede Bertrand de Banqueford. En este tiempo, el nº de templarios llega a 20.000 y sus rentas a 40.000.000 de francos.
1160 - La bula “DILECTI FILII” obliga al clero secular a aceptar la cuarta parte de la donación testamentaria (en lugar de la tercera, como venía siendo habitual), por parte de quienes deseaban ser enterrados en cementerios templarios.
1163 - Queda estructurada la organización de la Orden, a través de los “Retraits”. Constaban de 675 artículos y se agregaron a la “Regla” de la Orden. Definían la vida conventual y el estado jerárquico, regulaban los capítulos, la elección de Maestre, y los castigos y penitencias para las violaciones de la regla. Asimismo fijaban la forma de admisión de los aspirantes.
1169 - Es elegido Maestre Felipe de Mailli (o de Naplusia).
1171 - Se produce la renuncia del maestre F. De Mailli. Es elegido Odón de Saint Amand, que había sido mariscal del Reino de Jerusalem. Este último fue hecho prisionero por Saladino, en Sidón y muere en cautividad, en Damasco en 1179.
1179 – Es Maestre, Arnoldo de Torroja. Que había sido Maestre de Cataluña y Aragón.
1181 – El Papa amonesta a templarios y hospitalarios por sus continuas rencillas y luchas internas.
1185 - Fallece Arnoldo de Torroja y le sucede Gerard de Ridefort.. Es posible que entre los dos fuera Maestre Frai Terrico.
1187 - El sultán Saladino derrota a los cruzados en la batalla de Hattin. Mueren en la contienda 200 templarios. Se pierde la ciudad de Jerusalem.
Cae San Juan de Acre. El Temple se instala en Chipre. Gregorio VIII llama a la III Cruzada.
1189 - (04-10) Muere G. De Ridefort intentando reconquistar Acre. En manos cristianas, en Tierra Santa quedan unicamente Tiro, Tripli y Antioquia.
1190 - Es Maestre Robert de Sable, natural de Anjou.
1191 - Reconquista de Acre. Los Templarios vuelven a su establecimiento principal.
1192 - (05-04)El Temple abandona el castillo de Nicosia y toda la isla de Chipre.
1193 - Muere R. De Sablé. Gilbert Erail le sucede. Había sido Maestre de Provenza.
1198 - Ponce Rigaldo Maestre. Había sido Maestre de España.
1200 - La red de establecimientos dentro de Europa proporciona servicios financieros fiables, honrados y eficaces a los gobernantes, incluso a los reyes de Inglaterra y Francia.
1201 - Felipe de Plaissiez es Maestre.
1208 - Inocencio III hace reproches al Temple.
1209 - Guilaume de Chartres, Maestre.
1210 - El Temple ataca el castillo de Khawabi, de la secta de los assasins.
1218 - Se entrega a la 0 el Châtel Pélegrin.
1219 - Muere Chartres en Damieta. Le sucede Pierre de Montaigú, que fue preceptor de Jaime I, en Monzón.
1229 - La 0rden se enfrenta a Federico II que intenta sin éxito tomar Acre.
1230 - (1230-1235) Estatutos jerárquicos (usos y costumbres).
1232 -Armand de Perigoud, Maestre. Negocia con el sultán de Damasco la restauración del culto cristiano en Jerusalem.
1244 - Richard de Bues, Maestre. Muere Armand de Perigoud y 312 caballeros en la batalla de Herbiya. Perdida definitiva de Jerusalem.
1247 – Guillaume de Sonnac, Maestre.
1249 - (06-06) Batalla de Damieta.
1250 - Batalla de”Mansurah”. Luis IX y el Temple sufren una impresionante derrota.En la retirada muere de Sonac (05-04). Le sucede Reinaldo de Vichiers, preceptor de Francia y Mariscal de la OrdenEl temple tiene 20.000 miembros.
1256 - Muere Vichiers. Thomas Berard Maestre.
1257 - (1257-1267) Consideraciones (ceremonias).
1267 - Profesa Jacobo de Molai.
1271 - El sultán de Egipto, Baibars captura el Krak de los Caballeros, de la Orden del Hospital.
1272 – Muere Bérard. Le sucede Guillaurne de Beaujeu
Entre los dos es posible que fuera Maestre Wilfredo de Salvaing.
1274 - El concilio de Lion intenta la unión entre templarios y hospitalarios.
1285 - Es coronado Felipe IV, rey de Francia.
1287 - Se pierde Trípoli. .
1291 - Se pierde San Juan de Acre, ultima ciudad cristiana en Tierra Santa.
De Beaujeu muere en el combate. Thibau Gaudín le sucede
1294 - (¿1292/1296?)J. De Molay es Maestre.
1299 - Expedición templaria a Egipto.
1303 -Se pierde la isla de Rouad, frente a la fortaleza de Tortosa.
1304 - Conclave de Perusa. Surgen las primeras acusaciones contra el Temple
1305 - (14-11) Clemente V (Beltrán de Got) es coronado Papa en Lyon.
Propuestas del Papa para unificar las ordenes militares.
1306 - Clemente V ordena venir desde Chipre a J. De Molay.
1307 - A primeros de año llega De Molay a Paris.
- (14/09) . El Rey de Francia envía a los jueces cartas selladas con la orden de arresto.
- de los templarios por “presunciones y violentas sospechas” originadas por la “denuncia” de Esquieu de Floryan.
- (14/10). Se difunde en Paris el manifiesto real y se ejecuta la orden de arresto. La acusación es de apostasía, ultraje a Cristo, ritos obscenos, sodomía e idolatría.
- (19/10 al 24/11).Se procede a los interrogatorios. De los 138 interrogados, 36 mueren por torturas.
- (27/10). Clemente V protesta ante Felipe de Francia por el arresto.
- (22-11). La bula PASTORALIS PRAEMINENTIAE, de Clemente V ordena a los príncipes cristianos que arresten a los templarios. El cambio de actitud se debe, acusaciones.
1308 - (25/3) El rey de Francia convoca los Estados Generales y exige que los templarios sean condenados.(26/5) Felipe El Hermoso se desplaza a Poitiers para entrevistarse con el Papa .(27/6 al 1/7) 72 templarios comparecen ante Clemente V. El Rey mantiene la custodia de los bienes, pero la de las personas pasa a la Iglesia.(12/8) Se nombran comisiones eclesiásticas bajo la autoridad del obispo de cada diócesis.
1309 - (8/8) Abre las sesiones la comisión eclesiástica de París, un año después de su constitución.
(26/11) Comparece ante la comisión J. De Molai.
1310 - (11 de mayo) Concilio provincial en Sens- 45 templarios revocan sus confesiones, son acusados de “relapsos”. Son quemados al día siguiente.
1311 - (5 de junio) la comisión episcopal da por terminados sus trabajos, coincidiendo en que no se puede condenar a la Orden sin haber oído públicamente su defensa. (16-10) Apertura del Concilio de Vienne.
1312 - (20-03)Felipe se persona en el Concilio de Vienne.
(22/3) supresión sin condena. Vox in excelso. En Escocia no se promulga dado que el Rey Robert de Bruce estaba excomulgado.
(2-5) La bula Ad Providam distribuye los bienes del Temple.
1313 – Bulas papales para que los reconciliados fueran recibidos en monasterios.
1314 - (18/03) Sentencia contra Molay y signatarios (19/03) Muere en la hoguera Molay y Charnay

En las demás provincias del Temple las reacciones fueron diversas siendo que en ningún caso se llegó a la violencia de Francia. En Aragón, por el concilio de Tarragona, fueron absueltos pasando a diversas órdenes, principalmente a la de Montesa como asimismo en Castilla-León. En Portugal, el rey Dionis creó una nueva orden y se les permitió pertenecer a la misma (Orden do Cristo); en Alemania, en que por el sínodo de Maguncia se dictó sentencia absolutoria, los caballeros se dispersaron siendo acogidos en su gran mayoría por la orden Teutónica; en Italia se entendió la inocencia de la Orden pese a haberse utilizado tortura en las confesiones; en Inglaterra se condenó a los templarios a guardar penitencia (concilio de Londres), pero no hubo violencia y en Escocia nunca llegó noticia alguna de la disolución de la Orden ni condena para los pertenecientes a ella.

Cuenta la leyenda, que en la misma pira crematoria, Jacques de Molay proclamó su inocencia y la de la Orden, y emplazó ante el «Juicio de Dios» al Papa Clemente V al cabo de un mes y al Rey Felipe el Hermoso en el plazo de un año. El Papa murió a los cuarenta días y el Rey en ocho meses.

A la suspensión de la Orden, se produce un reagrupamiento de los Templarios en dos niveles: Aquellos cuya pública actividad es conocida y vinculada a otras órdenes militares, y aquellos que intentan mantener la estructura original de la Orden en la clandestinidad.

A la larga es esta última decisión la que permite la supervivencia de la Orden del Temple hasta nuestros días.

Indudablemente hay un período oscuro que dura un par de siglos en que los Templarios deben defender su tradición en secreto.. Pero la Orden subsiste, dadas circunstancias indubitables en la historia universal, como es el periodo de los descubrimientos gracias a la cartografía y la experiencia en la navegación de los Templarios, la persistencia ininterrumpida de la Orden en Escocia, cuya fuerza se manifiesta en su apoyo a la dinastía Jacobita, en defensa de su independencia y ya en el siglo XVII, en Francia, con la formación de la “Garde Eccosse” organizada para la protección del Rey de Francia.

La clandestinidad termina con la proclamación de los Estatutos de 1705 y el Maestrazgo de Luis Felipe de Orleáns. De aquí en adelante la Orden ya no se oculta y son notables los hechos históricos y sociales de grande y menor envergadura en los cuales se encuentran envueltos los Templarios, como su evidencia en la Revolución Francesa, en el Imperio de Napoleón I y en el de Napoleón III, la independencia de Grecia y, por último, su participación en la resistencia para la liberación de Francia durante la II Guerra Mundial. Son algunos de los hechos destacables a lo largo de casi 700 años.

Paralela a la actividad social de la Orden, se desarrolla durante todos estos siglos un gran impulso cultural y científico-cultural. Los Templarios llevan a cabo una vida silenciosa dedicada al estudio y perfección de la vida espiritual, tanto individual como colectiva. Sus consecuencias se conocen a través de las diversas obras y trabajos que los eruditos reconocen como una seria contribución a la base cultural de la humanidad.
Hoy nuestra Orden se encuentra fuerte y bien establecida, pudiéndose destacar a través de Prioratos, Encomiendas y Preceptorías que se extienden desde el sur del Pacífico -Grandes Prioratos de Australia y Nueva Zelanda- hasta el norte y sur de América y prácticamente toda Europa desde la línea del Oder-Neisse hacia Occidente. Constituye una fuerza espiritual, moral, intelectual y social en todos los países donde se encuentra.

Por último, cabe destacar y repetir que la existencia de todos los grupos templarios vinculados a la O.S.M.T.H. se encuentran legalmente organizados de acuerdo con la legislación nacional de cada país.


ORGANIZACION, GRADOS E INSIGNIAS Estructura Orgánica

La Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalem (O.S.M.T.J.) se encuentra constituida por prioratos autónomos establecidos en diversos países del mundo
Son miembros de la misma las estructuras orgánicas de la Orden que con variado nivel, están asentadas en diversos estados o zonas territoriales. No es pues posible pertenecer a la Orden a titulo individual, sino que el ingreso deberá propiciarse necesariamente en una Encomienda o Priorato legalmente establecidos.
El Gran Priorato de España de la O.S.M.T.J. esta constituido como una asociación de acuerdo con la legislación española, e inscrito en el Ministerio del Interior, organismo al que debe rendir cuentas de sus actividades económicas – por tratarse de una organización sin fines de lucro – y de aquellos actos que puedan producir efectos jurídicos. Tal es el caso de la elección de Oficiales de la Orden o de la reforma de los estatutos.
En estos estatutos, la Orden tiene fijados sus propios fines donde puede leerse, entre otros los de:
«Promover virtudes cristianas, defender el orden social, practicar obras de misericordia, de beneficencia y caridad. Propagar las nobles tradiciones de la antigua caballería. Patrocinar los estudios históricos, heráldicos y genealógicos, particularmente en relación a la antigua tradición templaria, etc., etc.»
Una de las formas de cumplir con los fines que señalan a la Orden tanto sus “Reglas Originales”, como los estatutos vigentes, es el estudio de temas templarios y su difusión. Esta labor se lleva a cabo con la colaboración de profesos y profesas, así como por personas especializadas e interesadas en los temas del Temple. Los trabajos se canalizan a través del Instituto Campomanes de Estudios medievales o se difunden a través de la revista “TEMPLE”.

Grados e Insignias de los Miembros

En el Temple existen los siguientes grados:
· Escudero – postulante
· Sargento – novicio/a
· Caballero o Dueña de Capítulo
· Caballero o Dueña Profeso
· Comendador/a
· Gran Oficial
· Prior
· Prior General

Escudero – postulante Es aquella persona menor o mayor de 18 años, que está interesada en participar en las actividades de la Orden con la idea de postular posteriormente su ingreso en la misma
Es norma que todo postulante a ingresar en la Orden sea entrevistado personalmente, en una o más ocasiones por el Prior, o por algún otro Oficial del Consejo Prioral antes de que reciba el «placet» de su ingreso. Sargento – novicio Es aquella persona, mayor de 18 años que estando interesada en profesar, aún no se considera suficientemente preparada, bien por estimación propia, bien porque así lo estimen los Oficiales de la Orden.
Esta fase de preparación del candidato es dirigida por el Preceptor, que orientará personalmente o delegará esta función en algún otro Oficial especialmente designado al efecto.
El Sargento-novicio, una vez aceptado su ingreso en la Orden, adquiere los derechos y contrae las obligaciones correspondientes a su status.
La insignia o distintivo de los Sargentos consiste en la Cruz del Temple. Caballeros o Dueñas de Capítulo Quienes habiendo ascendido de Sargentos, o habiendo sido admitidos directamente por el Consejo Prioral al haberse valorado positivamente su documentación y circunstancias, se encuentran pendientes de la celebración de su Investidura e iniciación. Al realizarse ésta, pasarán a ser Caballeros o Dueñas Profesos.
En los actos oficiales usan dalmática negra proporcionada por el propio priorato.
La insignia de los Caballeros y Dueñas Profesos es la Cruz Coronada.
En los actos oficiales, los pertenecientes a este grado llevan el Manto Blanco con la Cruz roja del Temple en el costado izquierdo, birreta los Caballeros, peineta y mantilla las Dueñas y guantes blancos. Comendador/a Es aquel Caballero o Dueña profesos que ha ascendido a este grado por decisión del Consejo Prioral. El distintivo es la Encomienda de plata y la banda negra. Gran Oficial Es el comendador que ha ascendido a ese grado por decisión del Consejo Prioral. El distintivo de grado es la Cruz Coronada con trofeo militar. Prior Es aquel Caballero o Dueña que el Consejo Prioral ha estimado debe ascender a ese grado. El distintivo es la Encomienda de oro y la banda roja Los miembros del Consejo Prioral son: Para acceder al Consejo Prioral debe ostentarse, al menos, el grado de Comendador. El Consejo Prioral lo forman los responsables de algunos de los diferentes departamentos organizativos en que se divide el Gran Priorato de España y actualmente son:
· El Prior General
· El vice – prior
· Senescal
· Canciller
· Arcarius (Tesorero)
· Preceptor
· Cronista
· Maestro de Ceremonias
· Limosnero


INFORMACION PARA NEOFITOS

El ingreso en la Orden, se realiza básicamente mediante la invitación que ésta hace a través de alguno de sus miembros; en cuyo caso, el padrino o presentador asume la responsabilidad de los antecedente de su apadrinado.
Puede también suceder que algunas personas, por su propia iniciativa, se pongan en contacto con la Cancillería con el deseo de formalizar su ingreso.
En cualquiera de los casos, habiéndose realizado las entrevistas personales de rigor por el Prior o su delegado y oído el parecer del Preceptor, la Cancillería envía al solicitante una serie de impresos que, una vez cumplimentados por el interesado, deberán ser devueltos junto con tres fotografías tamaño carnet.
La documentación que se envía contiene:
- La solicitud de ingreso
- Un impreso para redactar el curriculum vitae
- Un impreso para redactar por el candidato (máximo 2 páginas) un resumen de sus conocimientos sobre la Orden.
- Un impreso para que el candidato (máximo 2 páginas) realice su autoanálisis.
Es de advertir que toda la documentación es absolutamente confidencial y a ella no tienen acceso más que los altos Oficiales de la Orden, los cuales actúan bajo el juramento de la no difusión de su contenido.
Por otra parte, en caso de que la información fuera incompleta o se detectara la falsedad en los datos proporcionados, se procederá a la incoación de un expediente por el Senescal de la Orden.
Una vez en poder de la Cancillería la documentación pertinente, se hace entrega de la misma al Consejo Prioral, órgano encargado de estudiar y resolver sobre la solicitud recibida.
La decisión del Consejo Prioral será inapelable.
En caso de ser aceptado, el postulante recibirá una comunicación directamente en la que se le indicará el grado con que ha sido aceptado, es decir si como Sargento o como Caballero/Freira de Capítulo.
Del mismo modo, se le informará de todo lo relativo a sus obligaciones respecto al sostenimiento económico de la Orden; cuota anual y coste de diplomas e insignias de grado. Es importante que el postulante sepa que el destino de las contribuciones económicas a la Orden del Temple está estrictamente controlado por la autoridad gubernativa y su objeto es precisamente promover los fines de la Orden.
Con posterioridad, el candidato aceptado como Sargento recibirá instrucciones relativas a la formación para su acceso al grado de Caballero de Capítulo y el aspirante aceptado como Caballero/Freira de Capítulo, recibirá instrucciones en relación a su investidura

:birras :vsss :birras
Generación 64- Carpe diem


Última Edición: 13 años 4 meses antes por FeniXD.
El siguiente usuario dijo gracias: ALF

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Respuesta de yunjamon sobre el tema Re: La cruz de Malta (Custom Historia)

13 años 4 meses antes #1367
joderrrr!!! vaya historia, esto parece la biblia jajja, amos q no me lo voy a leer todo. jeje espero me perdoneis. no obstante me tomo unas birras a vuestra salud jajaja.

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Respuesta de IVANZZ sobre el tema Re: La cruz de Malta (Custom Historia)

13 años 4 meses antes #1378
:vsss :heavyrock

jeje ,yo llevo en las 2 tapas laterales (debajo del asiento conductor ) la tipica pegatina de west coast choppers , antes me parecia muy vacio y le hacia falta algo que adornase el hueco , pero vamos ya se entiende que va me motos la cosa :whistle:

:birras :birras :birras

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Respuesta de FeniXD sobre el tema Re: La cruz de Malta (Custom Historia)

13 años 4 meses antes #1392
si :lol: es un poco ladrillo, pero en un rato de aburrimiento te lo zampas con dos :birras :birras .

El motivo de la historia es que un dia en un curre que tenia me dijo un menda que trabajaba tambien allí...
Eh tu nazi¡¡
La contestacion fue facil :huh:
Eh tu atapuerco¡¡¡

Todo por que llevaba una cruz choppers en el cristal trasero de la lata (si soy asi de friky :silly: )

A veces las cosas no son lo que parecen ;)

:birras :vsss :birras
Generación 64- Carpe diem


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Respuesta de IVANZZ sobre el tema Re: La cruz de Malta (Custom Historia)

13 años 4 meses antes #1415
jeje , eso mas o menos me paso una vez ,
igualmente con un compañero de trabajo que vio lo de la cruz west coast choppers , y en una conversacion de estas tipicas de almuerzo , metiendo caña a la gente ( en plan coña ) que si fulano era esto , mengano no se que ,que si yo tenia una cruz nazi ... y otro que tambien tiene una custom le salto :
calla zoquete , ignorante etc etc ... antes de hablar nos documentamos mejor ! ...y menuda risa aquel dia :yeaaah :yeaaah

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Respuesta de FeniXD sobre el tema Re: La cruz de Malta (Custom Historia)

13 años 4 meses antes - 13 años 4 meses antes #1418
Como son un poco largos, os pongo este de los Templarios en Spain
se lee en un rato :evil:



TEMPLARIOS EN FRANCIA Y ESPAÑA
Hoja 1 de 22

Felipe IV, aproximadamente año de 1660. (Códice existente en la Biblioteca Nacional).

Llenas están las historias de las proezas y singulares hechos de los Caballeros de la Orden del Templo; grandes fueron sus riquezas, no menor su fama; de las partes del Oriente, donde tuvo su nacimiento, se extendió a toda la cristiandad, y peleando contra los moros en España adquirieron eterno renombre, igualando el merecido crédito de los que allá en Palestina amparaban a costa de mil peligros a los peregrinos, y defendían de los infieles los lugares santos. De la cumbre del poder, del exceso del favor, de repente cayó al abismo como herida de un rayo esta institución vigorosa. Atribuyeron a sus caballeros pecados abominables, delitos horrendos; largo y penoso fue el litigio, la persecución sin tregua, las dudas muchas, las protestas de inocencia numerosas.

Hoy es el día en el cual la historia no ha dado su decisivo fallo acerca de un acontecimiento que pasmó a los contemporáneos, y que las sucesivas generaciones han mirado con grandísimo interés. Ni tampoco le daremos nosotros. Envuelto en misterios anda todavía, y aunque por lo que hace a los Templarios españoles, la historia ha sido más indulgente; personas muy entendidas no quieren reconocer su absolución por los concilios, particularmente a los de Castilla, juzgados por el concilio de Salamanca. De todas maneras, con buena fe y deseo de acertar que vivamente nos anima, expondremos con lealtad las noticias que hemos podido recoger, y que nuestros lectores aprovecharán, sacando de ellas, según su juicio, las consecuencias a que den lugar.

Muy grande era la afluencia de buenos cristianos que pasaban a ultramar con el designio de visitar los Santos Lugares en los primeros años que siguieron a su conquista. La gente de Francia era la que con más ardor emprendía tan largo viaje deseosa de su salvación, y esto por haber tenido en Francia su natural asiento las cruzadas, y ser los reyes de Jerusalén franceses, y la mayor parte de los caudillos que defendían con sus huestes aquellas tierras, constantemente combatidas por los infieles. Los peregrinos desembarcaban en el puerto de Jafa, y desde allí hasta Jerusalén pasaban inauditos trabajos y peligros, de los cuales a veces no salían sino con la pérdida de la vida o de la libertad. Reinaba a la sazón en Jerusalén el conde de Edesa Balduino, hermano de Godofredo, y andaban en su corte dos nobles franceses, llamado el uno Hugo de Paganis, y el otro Ademaro o Santo Alejandro. Concibieron éstos el pensamiento, que aprobó el Rey, de unirse a otros siete compañeros para escoltar los peregrinos y romeros que desembarcaban en Jafa con ánimo de visitar los Santos Lugares, libertándolos de las asechanzas de los moros y turcos, que por todas partes los asediaban en su tránsito.

Estos nueve caballeros determinaron vivir y morir en tan santo ejercicio, y a las hazañas que tan de continuo hacían en su nobilísima profesión añadieron prácticas devotas, ejercicios loables, propios de la vida contemplativa, por lodo lo cual el abad y canónigos del Santo Templo los admitieron en su compañía con voluntad de su patriarca, y dándoles para su vivienda lugar holgado en el Santo Templo, de donde tomaron el nombre que ilustró la historia. Esto acaecía en el año de 1118.

La Regla de San Bernardo

En el de 1128, el número de caballeros se había aumentado, y los servicios que hacían a Dios y a los cristianos eran de tanta consideración que ya pensaron el rey y el patriarca en erigir una religión militante con estatutos o constituciones aprobadas por la Santa Sede. San Bernardo constituyó aquella milicia religiosa bajo su regla, y fue aprobada por la santidad de Honorio II en el concilio Tresense. El rey Balduino se dirigió a San Bernardo con tal motivo, como se deduce de la carta siguiente.

“Balduinus miseratione Jesuchristi, Rex Hierosolimorum, Pinceps Antioquiae, venerabili patri Bernardo in Gallia degenti, totius reverentiae digno, Abbati monasterii Claravalis, promptae voluntatis obsequium. Fratres Templarii, quos Dominus, ad defensionem hujus provintiae excitavit, et mirabali quodam modo conservavit, Apostolicam confirmationem obtinere, et certam vitae normam habere desiderant: ideo mittimus ad vos Andream, el Gundemarum bellicis operibus et sanguinis stemate claros, ut ad Pontificen ordinis sui approbationem obtineat, et animum ejus inclinent ad praestandum nobis subsidium, et auxilium contra inimicos fidei, qui omnes uno animo, parique consensu ad supplantandum, subverterdum que regnum nostrum insurguni. Et quia non me lalet, quanti ponderis sit intercesio vestre tam apud Deum quam apud ejus vicarium, et caeteros orthodoxos Europae Principes, prudentiae vestre utrumque hoc negotium duximus committendum; quorum erit nobis gratissima. Constitutionem Templariorum taliter conditae, quod et a strepitu, et bellico tumultu non dissentiant, et Principum christianorum auxilio sint utiles. Sic agite, ut felicem exitum hujus rei, vita comite, videre possimus. Deo pro nobis preces fundite. Valete”.

Dióles, pues, regla san Bernardo, y por ser de alguna extensión no la transcribimos, bastando sólo para el completo conocimiento de los principios de tan santa milicia copiar la carta que el santo fundador escribió a Hugo, su primer maestre, la cual traducida por Zapater es como sigue:

“Primera y segunda vez, si no me engaño, me pediste, amantísimo Hugon, que escribiese a ti y compañeros un sermón exhortatorio y vibrase contra la tiranía enemiga la pluma, ya que no era licita la lanza, afirmando que no sería nuestra ayuda menor si animase con mis letras a los que con armas no puedo. Algún tiempo lo dilaté. Es así. No juzgando debía menospreciarse la petición, si porque no se juzgase liviandad y escándalo precipitado, si lo que otro mas bueno cumpliera mejor, lo presumiera yo ignorante… Un nuevo género de caballería se ha descubierto en la tierra en que se batalla contra la sangre y carne, contra los espíritus malignos, enemigos del alma y cuerpo y de la Iglesia Católica. Donde el que pelea no teme morir ni estima la vida, porque su vivir es Cristo y su muerte logro; que es segura la vida, estando sin mancha la conciencia. ¡Oh santa milicia, en que se pelea y batalla por Cristo, donde no hay que temer (como los que pelean por pasiones y pretensiones humanas) matar al enemigo por no matar al alma con mortal culpa, ni menos que si el contrario fuera superior muera él en cuanto al cuerpo y juntamente en el alma perdiendo la vida y condenándose! ¡Oh milicia santa, confusión y vergüenza de los demás soldados y gente de guerra! Donde en ningún tiempo se halla ociosidad, insolencias, bravatas, desgarros, lisonjas, murmuraciones, chocarrerías, descomposturas ni palabras vanas. No crían copetes, cabellos enrizados, ni gastan el tiempo y rentas en aderezos impertinentes, curiosidades y galas, ni en dorar las armas, grabarlas ni enriquecerlas, antes de ordinario tienen mal compuestas las barbas de la continuación al capacete, el cabello y rostro cubierto de polvo y sudor, el color quebrado y macilento por el uso común de las armas. Al tiempo de salir al combate no cuidan cargarse de joyas, de oro ni de galanas sobrevistas y vistosas plumas; antes, armados en lo interior de la fe y en lo exterior de hierro, desean más poner miedo y pavor que codicia en los corazones enemigos. Están prevenidos siempre de fuertes a ligeros caballos sin jaeces de mucha curiosidad y precio, porque su pretensión es no parecer y hacer muestra de sus personas, sino vencer o pelear varonilmente, y no seguir la gloria vana, sino procurar la victoria… Donde siendo todos valerosos se vive debajo de una obediencia humilde, guardando como verdaderos religiosos castidad y pobreza… Donde en ningún tiempo se halla ociosidad, antes por no comer el pan de balde cuando no hay ocupación en la guerra se divierten en limpiar, pulir, aderezar y acicalar las armas, reparando unas y renovando otras para estar a punta de cumplir la obediencia de su maestre y prelado. Aquí no hay acepción de personas, porque el más válido es el más esforzado y valeroso. Menosprecian todo género de juegos, dados, músicas, danzas, pasatiempos y fiestas, y aborrecen hasta la caza de aves de rapiña por clamorosa y menos religiosa. En el campo acometen a sus enemigos como leones bravos a las flacas ovejas, confiando más en la virtud divina que en el valor de sus brazos, y así se muestran en casa mansos corderos y en la campaña fieros leones, unas veces como monjes humildes y compuestos, otras como soldados esforzados y valientes. No se puede decir más de la vida y costumbres de estos caballeros sino que es de Dios obra y admirable a nuestros ojos. Escogió estos fuertes soldados y congregó los de los últimos fines de la tierra para que al modo que los fuertes de Israel cercaban y guardaban el lecho de Salomón con las espadas ceñidas, así ellos guarden el Santo Templo con su presencia y lo defiendan de las manos de los bárbaros e infieles”.

Imponía la regla a los caballeros la castidad; así se deduce de las palabras de San Bernardo:

“En la comida y vestido se acautela todo lo superfluo, satisfácese a sola la necesidad. Vívese en común con alegre y templada conversación, sin mujeres ni hijos, etc.”

Los maestres en Palestina prestaban juramento, con la fórmula siguiente:

“Castitatem perpetuam servabo”.

Uno de los últimos capítulos de la regla traducidos por Zapater, dice:

“Peligroso es atender con cuidado al rostro de las mujeres, y así ninguno se atreva a dar ósculo a viuda ni doncella, ni a mujer alguna aunque sea cercana en parentesco, madre, hermana ni tía. Huya la caballería de Cristo los halagos de la mujer, que ponen al hombre en el último riesgo, para que con pura vida y segura conciencia llegue a gozar de Dios para siempre, amen”.

El capítulo 55 de la regla admite algunos casados, pero esta misma excepción confirma la regla general.

“Permitimos que recibáis en el número de los religiosos a los casados, pero con estas condiciones: que si desean ser participantes del beneficio de vuestra hermandad y comunicación, los dos ofrezcan después de su muerte a la comunidad del capítulo parte de su hacienda, y todo lo que adquirieren en este tiempo. Mientras vivan en la regla, conserven honestidad de vida, pero no lleven blanco el vestido. Si el marido muriere el primero, deje su parte a los religiosos sus hermanos, y su mujer se sustente con la otra. Pero tenemos por inconveniente que estos hermanos casados vivan en una misma casa con los que tienen hecho voto de castidad”.

De manera, que más que Caballeros de la Orden, los casados tenían cierta hermandad, por la que pagaban su pensión, viviendo fuera del convento, sin ninguna de las condiciones que la regla exigía para los verdaderos caballeros célibes y castos.

El capítulo 2 de la regla habla del vestido y dice así:

“Mandamos que los vestidos sean siempre de un color, como blanco o negro, o por mejor decir de buriel. A todos los caballeros profesos, señalamos que en verano y en invierno lleven si se puede el vestido blanco, para que pues dejaron las’ tinieblas de la vida seglar, se conozcan por amigos de Dios en el vestido blanco y lúcido; ¿qué es color blanco, sino entera pureza? La pureza es seguridad del ánimo, salud del cuerpo. Si el religioso militar no guardare pureza, no podrá llegar a la eterna felicidad y vista de Dios… Mas porque este vestido, ni ha de mostrar vanidad ni gala, mandamos que sea de hechura que cualquiera, solo y sin fatiga, se pueda vestir y desnudar, calzar y descalzar, etc.”

En el año 1153 fue confirmada por segunda vez la orden de los Templarios, y añadiósele al hábito una cruz roja que conservaron hasta su extinción.

“Alba vestis ex lana, et Eugenii tertii demum auctoritate crux rubens atributa; ut vestes albeas sin signum innocentiae deferentes, per cruces rubras martyrium ab Cristi nomen suscipiendum, non dedignarentur, et ad sanguinem effundendum ab terrae Terrae santae defesionem essent parali”.

Dióse a los Templarios. además de hábito y cruz, bandera o enseña que ostentar en las batallas, simbólica por sus colores como la cruz y el hábito.

Vexillum deferri ab illis bipartitum ex albo, et nigro colore; eo quod amicis candidi essent, el benigni; nigri autem, et horribiles inimicis.

Por leyenda llevaba ésta:

“Non nobis Domine, sed nomini tuo da gloriam”.

De esta suerte, con el nombre de Dios en la bandera, la cruz en el pecho, y el corazón rebosando en pura fe cristiana, los Templarios acometieron empresas honrosas, y fueron terror de los infieles en las partes del Oriente, hasta el punto de verse encomiadas sus hazañas por multitud de escritores, entre los cuales se cuentan el cardenal Vitriaco, Barbosa, y Tamburino; dice el primero:

“Adeo formidabiles facti sunt fidei Cristi adversariis, quod unos persequebatur mille, et duodecim millia, non quot essent, sed magisubi essent, dum ad arma clamarentur interrogantes: Leones in bello, aquí mansueti in domo, in expeditione milites asperi, in ecclesia veluti eremitae el monachi; inimicis Cristi domini feroces, cristianis autem benigni et mites: Vexillum bipartitum ex albo, et nigro praeuium habentes, eo quod Cristi amicis candidi sint, et benigni, nigri autem et terribiles inimicis”.

Tales fueron los principios de la milicia del Templo, y la historia dirá ahora cómo se elevaron por sus trabajos y virtudes a la cumbre de las grandezas humanas, y como por sus vicios y crímenes fueron castigados, con oprobio, humillación, tormentos, y otros crueles castigos.
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La milicia del Templo, defensora de peregrinos

Esta orden religiosa militar fue la primera de su clase, habiendo servido de modelo a muchos institutos, que a su imagen y semejanza se erigieron después para bien de la cristiandad y alivio de los menesterosos. Si mucho necesitaban del amparo de sus hermanos los peregrinos que desembarcaban en Jafa, también les era útil el mismo amparo en los bosques de la Alemania a la ida y a la vuelta, en donde frecuentemente se veían acometidos por malhechores que les despojaban de sus caudales o de las reliquias que traían, de más valor para ellos que los más preciados tesoros de la tierra.

Los Caballeros de la Orden Teutónica formados en una milicia religiosa a imitación de los Templarios, amparaban y defendían aquellas piadosas huestes, haciendo más llevadero por lo seguro el viaje a la Tierra Santa. Pero las enfermedades diezmaban a los protegidos y a los protectores, las guerras aumentaban el número de los enfermos, los heridos fallecían faltos de cuidado, y he aquí que a imitación de los Templarios y de los teutónicos, otros caballeros se encargaron de los hospitales y de los enfermos, completando de esta suerte la obra de caridad y misericordia encomendada por el divino Maestro y los santos doctores de la Iglesia. Nuevas necesidades, el deseo del acrecentamiento de la fe en las partes ocupadas todavía por los infieles de la España, dieron principio y fundamento a otras milicias gloriosas, en las cuales la cruz del Redentor era la bandera sagrada que guiaba los soldados a la batalla. Santiago, Calatrava, Alcántara, institutos famosos en los cuales los hombres buscaban vida más perfecta, quilatada a fuerza de peligros y de prodigios de valor, siendo como los depósitos de la fe cristiana y del ardimiento guerrero que tanto ennoblece aún hoy la memoria de nuestros ascendientes. Esta corta y sencilla historia demuestra cuán vanos son los juicios de los hombres al despreciar y tener en poco las veneradas instituciones de la antigüedad, mirándolas por el prisma de las necesidades actuales cuando todas ellas tuvieron en su origen un firmísimo fundamento, una evidente razón de existir, acompañada casi siempre de los generosos sentimientos del amor a sus semejantes, y del engrandecimiento y gloria de su patria.

No solamente San Bernardo, a quien podemos considerar como al fundador de la milicia del Templo, sino muchos otros santos, y reyes, y papas, prodigaron elogios y distribuyeron recompensas de gran valía a aquellos caballeros y a sus monasterios; en poco tiempo se extendieron por toda la Europa, y en Francia hicieron su natural asiento, opulentos cual los primeros magnates, y poderosos como los más egregios príncipes. Ellos fueron el brazo derecho de los reyes de Jerusalén, por ellos se mantuvo la conquista largo tiempo en los Santos Lugares, y cuando Dios permitió en sus altos e inescrutables juicios que el musulmán volviera a pisar el suelo santificado con los misterios de la redención del linaje humano, reunidos en Chipre, los caballeros todavía pelearon por mar y por tierra contra el turco, llevando siempre por divisa en sus pechos la cruz de Cristo.

Gobernaba la orden un gran maestre, que tanto quiere decir como maestro, cuya autoridad era tan amplia que igualaba, si no superaba, a muchos príncipes temporales, por ser mezcla de temporal y espiritual, dependientes en lo primero de los reyes y en lo segundo de los pontífices: había además maestres provinciales, que no eran otra cosa que los superiores de la orden en los distintos reinos donde estaba constituida, y los maestrazgos se dividían en encomiendas o baylías, y éstas en conventos y castillos. Tanto número, tanto régimen y tanta disciplina, naturalmente, habían de acumular una suma tal de poder a influencia, nociva al Estado y perjudicial al buen gobierno de los ciudadanos. Si a esto se agrega las competencias continuas entre papas y reyes, las arbitrariedades y tiranías de todo poder que no tiene límites ni contrapeso, la ambición desordenada, el éxito feliz de nuevas invasiones, los celos con que los reyes miraban a aquel coloso que amenazaba usurpando las coronas dominar toda la tierra, y por último, los vicios que engendran la holganza, no debemos admirarnos de tan rápida caída, antes bien mirarla como cosa providencial y justo castigo de excesos y demasías.

Si muchos amigos tuvo la orden en la larga y no interrumpida serie de su prosperidad, no le faltaron émulos y adversarios que frecuentemente la combatiesen, y hombres probos y de buena fe que, sacando a luz las miserias de que no estaban exentos, no llevasen otra mira que la del arrepentimiento y la enmienda. A los dos años de muerto San Bernardo, esto es, en el de 1155, cuenta Guillermo de Tiro un hecho que perjudica notablemente la memoria de la orden, y es el siguiente:

Traiciones en los inicios de la Orden del Templo

Parece que los caballeros del Templo aprisionaron a un príncipe musulmán, al cual encontraron solo o poco acompañado, huyendo de venganzas populares. Prométenle la libertad a condición de abrazar el cristianismo. Acepta el partido propuesto, aprende el latín y le instruyen en los dogmas y misterios de la Religión, y pide con instancias ser bautizado; pero en tal situación ajustan los Templarios un vergonzoso tratado con los enemigos de aquel desventurado príncipe, y reciben por cambio de su persona sesenta mil piezas de oro; no hay que decir que la pobre víctima tan traidoramente entregada fue impíamente sacrificada por sus feroces enemigos.

Otro ejemplo del mismo autor. El jefe de los asesinos, el Viejo de la Montaña, de quien todos los soberanos de aquella parle del Asia eran tributarios, lo era él a su vez de tos Templarios, a los cuales pagaba dos mil piezas de oro anualmente. El año de 1173 ocurriósele al Viejo de la Montaña abrazar el cristianismo, quizás por libertarse de tan pesado tributo; con tal motivo envió un embajador al Rey de Jerusalén (Amauri), el cual se alegró en el alma, y para facilitar aquel paso, que consideraba como un bien de inestimable precio, se obligaba a pagar el mismo tributo a los Templarios. El embajador, satisfecho de su comisión, se retiraba ya a dar cuenta cumplida a su mandatario, cuando le asesinaron los Templarios antes de llegar al término de su viaje. Jacobo de Vitri, escritor de mitad del siglo XIII, hace de la orden la pintura siguiente. “Educados en las delicias del Oriente, su orgullo no tiene limites: yo sé, y lo sé de buen origen, que algunos sultanes con sus comensales han sido recibidos en la orden voluntariamente y con ceremonias pomposas, permitiéndoles celebrar sus ritos supersticiosos y su adoración al falso profeta. Los dichos populares le eran contrarios también, y alguno de ellos ha llegado hasta nuestros días. “Boire comme un Templier”: Beber como un templario, era dicho común en Francia, y Trithemo dice que en Alemania, en el siglo XV, casa de templario y casa de prostitución eran sinónimos; y por último, el abate Robrabacher, en su Historia universal de la Iglesia Católica, refiere que aún hoy, en un pueblo de la Lorena, se conserva la tradición de que las solteras y las casadas no tenían honra si pasaban por el sitio en que se hallaba la casa de los Templarios.

Hacia el año de 1273, el Papa S. Gregorio X, meditando sobre los proyectos de reforma de las órdenes religiosas, quiso unir a los Templarios con los de San Juan. En el 1289, Nicolás IV, tuvo el mismo pensamiento, y no estaba lejos de hacer lo mismo Clemente V, cuando estallando de pronto la mina con el descubrimiento de los más atroces delitos, la medida que se adoptó fue más enérgica, según diremos en lugar oportuno.

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Templarios en España

Todavía vivía el gran doctor y fundador San Bernardo cuando vinieron a estos reinos los primeros caballeros Templarios, según dice Garibay en sus obras manuscritas. Reinaba en Aragón y Navarra el Rey D. Alonso el Batallador, y en Castilla y León el Rey D. Alonso, llamado el Emperador por sus heroicas hazañas. Fueron acogidos por este príncipe con muestras de grande amor, y con mucha estimación que andaban deseosos de ver la nueva religión que a sus oídos llegara, nunca vista por ellos ni por sus ascendientes. D. Alfonso, admirador de las virtudes y ciencia de San Bernardo, como se demuestra por los muchos monasterios que de la orden del Cister fundó en sus reinos, dio amparo y protección a los caballeros Templarios, aumentándose tan prodigiosamente la tan gloriosa milicia, que a los pocos años era firmísimo baluarte de la fe en las fronteras de Castilla.

En el año de 1150 dio a los caballeros la villa de Calatrava, haciéndoles de ella perpetua donación, para que mediante esto la defendiesen mejor de los moros, poniéndolos por fronteros contra los infieles de Andalucía. Uno de los primeros maestres que tuvo la orden fue D. Gutierre Hermildes, de quien procede el noble linaje de los Nietos de Talavera y de Salamanca, según Garibay, en el lugar citado.

Los trances de armas que pasaron en este tiempo entre los caballeros del Templo y los moros fueron varios y sangrientos, de manera que en los ocho años que poseyeron la villa de Calatrava se aumentó y fortaleció la religión cristiana en aquellos parajes, que vieron como por encanto mudarse la tierra y las costumbres, con fortalezas, hospitales y granjas, donde antes estaba yerma y solitaria. En el año de 1157 murió D. Alonso volviendo victorioso de la guerra de los moros, y por los grandes castos que requería la conservación de Calatrava y su dilatado alfoz, no pudiendo los caballeros Templarios sufragarlos por más tiempo, la restituyeron a D. Sancho, primogénito de aquel Rey de Castilla y de Toledo, segundo del nombre, llamado el Deseado. Vinieron entonces contra la villa de Calatrava multitud de moros de la parte de Andalucía y del África, y encargado de su defensa Fray Ramón, abad del monasterio de Fitero, de la orden del Cister, se hubo tan bien en ella, que el Rey le concedió la villa perpetuamente, y de aquí tuvo origen y principio la caballería de Calatrava, cuyas hazañas, andando los tiempos, inmortalizó la fama. Murió el Rey D. Sancho, sucediendo en el reino su único hijo D. Alonso a la edad tierna de cuatro años. Sus tutorías fueron causa de alborotos, tumultos y peleas entre los condes y grandes de la corte, de manera que en todo este tiempo la orden del Templo progresó poco, más atentos los que mandaban al engrandecimiento propio que al aumento y prosperidad de extraños aunque gloriosos institutos.

Hubo además otra causa muy poderosa en los tiempos de que hablamos para que la orden del Templo no tomase en España, y sobre todo en Castilla, el rápido incremento que tomó en el Oriente y después en Francia. Creían, y con razón, que era una orden extranjera, y veían que era mas fácil erigir en Castilla otras de igual índole, aunque con advocación, estatutos y maestres naturales de los reinos: así lo hicieron, dando lugar por estos tiempos a las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara, de manera que el objeto principal de la del Templo, cual era el de pelear por la fe de Cristo, estaba cumplido, y además el de mirar por el lustre del nombre castellano, pues aquellos caballeros venidos del Oriente volvían sin cesar los ojos hacia la parte donde tenían la cuna de su origen y el maestre que los mandaba. A pesar de todo la costumbre era tan poderosa, el deseo de pelear contra los enemigos de la fe tan vivo, y las ideas de la comunidad y de vivir a su sombra tan en auge, que si no tanto como en otras partes de la cristiandad, en donde no existían las razones expuestas, creció la orden y se extendió más que todas las otras militares, y lo bastante para ser envidiada por su poder y las riquezas que en poco tiempo adquirieron sus adeptos.

El monasterio de Santa María de Montalbán, diócesis de Toledo, fue uno de los primeros que tuvieron en Castilla, situado a distancia de dos leguas de la Puebla del mismo nombre y a media de su fuerte castillo; y parece cosa muy natural que fuera quizás el primero por ser aquel sitio el más expuesto a las correrías de los moros. A poco tiempo de esto tenían ya el de San Benito de Torija en la misma diócesis, el de San Juan de Otero en la de Osma, y el de San Juan de Dios en la de Valladolid. Esto en Castilla: en el de León el de San Salvador de Toro, diócesis de Zamora; los cuales se fundaron y edificaron en el pontificado de Alejandro III, que falleció en el año de 1181.

Tuvo después la orden otro en Torquemada, diócesis de Palencia, y un priorato en Palenzuela, y andando los tiempos tuvo hasta doce conventos en toda España, lo cual prueba el mucho poder y la grande extensión de su dominación, pues cuando las demás órdenes militares no tenían más que una casa, a excepción de la de Santiago que tuvo dos, Uclés y San Marcos de León, y después tres con la de Sevilla, los Templarios tuvieron doce, lo que prueba los muchos caballeros que había alistados en su milicia y el gran poder que alcanzaron casi a los primeros años de la fundación de su orden.

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Los Templarios españoles derraman torrentes de sangre en la batalla

Siempre en guerra con los moros, los Templarios residentes en España sirvieron a sus reyes derramando a torrentes la sangre y tolerando con grande esfuerzo de ánimo muchos trabajos. Se hallaron en la desgraciada jornada de Alarcos, en la cual de nada valió su ardimiento y fiereza en el combatir. Más felices en la de las Navas, el 16 de julio de 1212, asistió su maestre provincial D. Garcés Ramírez al ilustre Rey Don Alfonso, y después que aquel murió, sucedióle D. Pedro Abitin, y en 1218 estaba en el concurso que en Ciudad Rodrigo celebraron los maestres de Calatrava y Pereyro, reinando ya en Castilla el santo Rey D. Fernando III, al cual sirvieron él y sus generosos y valerosos caballeros en las grandes guerras de la restauración de la provincia de Andalucía, en los duros y difíciles cercos de sus muchas y muy grandes ciudades, villas y castillos, y en otros trances, reencuentros y batallas.

Lo mismo hicieron en las guerras de la recuperación de la provincia de Extremadura, sacándola del poder de los infieles, ya en tiempo de D. Fernando, ya en el de su hijo D. Alonso el X, hasta que toda aquella ferocísima tierra volvió a poder de príncipes cristianos con grande aumento y exaltación de la santa fe católica. Mucho ayudaron también al Rey San Fernando en la toma de Sevilla, y el maestre, que a la sazón era D. Martín Martínez, quedó bien heredado en tierras y olivares. No menos útil fue la orden a D. Alonso el Sabio, cuando, infante todavía, redujo a la obediencia de los reyes de Castilla el reino de Murcia, tomándolo de los moros. Desde entonces nunca olvidó a la orden del Templo, siempre le fue propicio y en todas ocasiones le dio pruebas de su amor y generosidad, hasta el punto de hacer de ella mención en el codicilo que otorgó en Sevilla el año de 1284, diciendo que ella era el origen de todas las demás. Con tales patronos no era extraño que creciese el número de sus caballeros y se aumentase su crédito; y a tal punto es esto cierto que, con el discurso del tiempo, llegaron a tener en Castilla y León las encomiendas siguientes: la de Haro, Amoferd, Goya, San Feliz, Canabal, Neyras, Villapalmas, Mayorga, Santa María de Villasirga, Villa Rodrigo, Safines, Alanadre, Caravaca, Capilla, Villalpando, San Pedro, Zamora, Medina, Bustoso, Salamanca, Alconera, Esares, Ciudad Rodrigo, Ventosa, casas de Sevilla, casas de Córdoba, Talavera, Benavente, Junco, Casas de Cebolla y Villalva, perteneciente a la baylia de Montalván, Bañuela, Fregenal y otras, y algunos hospitales y otros muchos bienes. También tuvo la orden de que vamos hablando en Portugal muy gran patrimonio, que lo componían las baylías de Thomares, Arguin, Castro Marín, Olallas, Castelnuovo, Castillejo, Sanacheira, Pruços, Segura, Lardosa, Derosmaurchal y otras; estaban sus caballeros al principio bajo la obediencia del maestre provincial de Castilla, y a no ser porque los reyes tenían que atender a los servicios que prestaban las otras órdenes militares de más reciente institución, hubiera la del Templo igualado, si no excedido, a las de otras provincias, como por ejemplo la de Francia, que alcanzó tan grande superioridad, que sólo puede compararse con el abatimiento y miseria a que llegó después de su desgracia.
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Maestrazgos de Castilla y Aragón

La orden del Templo en España estaba dividida en dos grandes maestrazgos para su mejor gobierno y administración: el primero era el de Castilla, que comprendía además los reinos de León y de Portugal, y el segundo el de Aragón, Valencia y Cataluña, ambos con la debida sumisión y obediencia al maestre general; pero los superiores en uno y otro reino se llamaban maestres. Gozaban de los privilegios de ricos hombres; así es que sus firmas aparecen en las confirmaciones de los que los reyes otorgaban juntamente con los de Santiago, Calatrava y Alcántara. Dice Garibay que si hubiera de confirmar el maestre general, precediera a todos en el catálogo, así por ser la orden del Templo más antigua en fundación y aprobación por la Iglesia, como por ser universal y la más rica y poderosa de todas por mar y por tierra. Su gran maestre era el mayor señor de toda la cristiandad, después de las personas reales, muy venerado de los sumos pontífices, con copiosas gracias y privilegios, y no menos respetado y estimado de los emperadores y reyes fieles e infieles. Precedían en todo por estas consideraciones a los maestres de las órdenes de San Juan de Jerusalén, San Lázaro y Santa María de los Teutónicos.

Después de la muerte del santo Rey D. Fernando continuaron los caballeros Templarios, en los tiempos de su hijo el Rey D. Alfonso el Sabio, defendiendo las fronteras del reino de Granada, siendo su maestre en estos reinos D. Martín Núñez, el cual gozaba en ellos del honor de rico hombre como aparece de varios privilegios, uno de ellos dado en Toledo a 6 de febrero de 1260, para que los caballeros, escuderos, hidalgos y dueñas, vecinos de la misma ciudad y muzárabes de ella, a quienes ciñesen espada los del linaje del mismo Rey o sus ricos hombres, gozasen de la exención del pecho llamado moneda, y otro en San Esteban de Iznatoraf, llamado hoy del Puerto, variando el nombre de Arrasate en el de Mondragón a la villa de Guipúzcoa. Y ambos dicen: D. Martín Núñez confirma, y lo mismo acontece en los privilegios del año de 1262. Sucedió en el maestrazgo a D. Martín D. Garcés Fernández Manrique, según consta por otro privilegio dado en Sevilla a 16 de diciembre de 1279, dando la villa y castillo de Almonaster y el lugar de Zalamea a la iglesia metropolitana de la misma ciudad; dice: D. Garcés Fernández, maestre del Templo, confirma.

Cuando el infante D. Sancho se alzó con el reino en contra del Rey su padre, los caballeros Templarios siguieron en servicio de D. Alfonso por el mucho amor que le tenían, al cual correspondió siempre, y en el privilegio que concedió a Sevilla en 1.° de septiembre de 1283, confirmando a la misma ciudad los que tenía, dice que lo confirman los que estaban con él en el levantamiento de la tierra, y cita entre otros a D. Juan Fernández, maestre de la orden del Templo. Confiesa el Rey en su codicilo otorgado en el año de 1284, más arriba citado, lo mucho que miraba por la orden del Templo, mandando que su corazón fuese llevado a enterrar a la Tierra Santa, al Monte Calvario, y determinó que D. Fray Juan y los otros tuviesen la voz del maestre del Templo en Castilla y León y Portugal. Manda a esta religión sus camas y mil marcos de plata de limosna para decirle misas en el Santo Sepulcro cuando se ganase de los infieles, o donde en otra parte fuese enterrado su corazón, haciendo en todo gran confianza del maestre y caballeros con palabras do mucho encarecimiento.

Reinando su hijo D. Sancho IV, parece por sus instrumentos que estos caballeros tuvieron por superior en los reinos en algún tiempo a los comendadores mayores en lugar de los maestres provinciales, siendo de los que gozaron en ellos de este título, con el honor de rico hombre, D. Gómez García, como parece por dos privilegios, el primero dado en Soria a 14 de febrero de 1285, en el primero de su reinado, y el segundo en Palencia, a 10 de diciembre del año siguiente de 1286, dando las villas de Cerezo y Grañón en la Rioja a D. Diego López de Haro, alférez mayor suyo, que después fue señor de Vizcaya, poblador de Bilbao. Dice en ambos: D. Gómez García, comendador mayor del Temple, confirma. Después, y en vida del rey, vuelven a denominarse maestres los superiores de la orden; así es que en el privilegio que lleva la fecha de 1289, confirmando a la ciudad de Toledo en 18 de diciembre sus fueros, se lee la firma de Gonzalo Ibáñez con el dictado de maestre del Temple. Ambos títulos de maestre y comendador mayor eran una misma dignidad, y así los dos eran llamados en latín magnos preceptores.

En el reinado de D. Fernando IV, y en los muchos privilegios rodados que hemos compilado en la colección diplomática, vemos a D. Gonzalo Yáñez confirmador en cinco. El primero confirma los de Sevilla, es del primer año del reinado, 1295, y se estampa a la página 17 de la Colección; el segundo a 16 de junio, y es una merced concedida a la ciudad de Palencia, y con equivocación del nombre y apellido del maestre, pues dice Pedro debiendo decir Gonzalo Yáñez, página 90. El tercero es la concesión de feria a la ciudad de Palencia, junio 30, 1296, página 92. El cuarto, merced a Don García Fernández de Villamayor, enero 2, 1257, página 113. El quinto la donación que el rey hizo de Alarcón a D. Juan Manuel por haber perdido a Elche, marzo 26, 1297, página 120; y el sexto, gracias y mercedes al obispo de Osma, 10 de octubre de 1298, pág. 121. Desde esta fecha, aunque hasta el año de 1307 se conservó íntegra la orden, no aparece confirmación alguna de su maestre en ninguno de los muchos privilegios que hemos visto y que se insertan en la Colección diplomática. En ella están los nombres como confirmadores de los maestres de Santiago, Calatrava y Alcántara, y el prior del Hospital; pero se omite el de los Templarios, sin que sepamos el porqué de esta falta, pues la orden estuvo siempre al servicio del Rey.

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La declaración de dos presos inicia el fin de los Templarios

Llegaron por fin para la orden del Templo los tiempos de las tribulaciones, la época del infortunio, el día de su tremendo castigo. Ya no hay que contar los encuentros famosos ni las batallas peleadas contra los enemigos de la Fe; ahora, cambiando la historia de colores, pintará con las más negras tintas cuanto de bajo y odioso y deforme tiene el corazón del hombre; las más abyectas confesiones de crímenes y vicios vergonzosos, retractaciones humildes, miedo a los suplicios y a los tormentos, con los cuales la bárbara legislación de los tiempos pasados oscurecía la verdad. Drama terrible, en el cual Dios castigó la grandeza de aquella gente soberbia, que separada completamente del sendero que les marcara su gloriosa enseña, de la cima de su poder cayeron en el hondo abismo de su miseria.

De dos maneras se cuenta el descubrimiento providencial de los errores, crímenes, herejías y vicios cometidos por aquellos caballeros que vestían un blanco traje talar en señal de su pureza, y que por lo visto servía sólo para ocultar la podredumbre de sus corazones.

Según Juan Vilani y otros autores tuvo su origen aquel tan famoso descubrimiento en las viles delaciones de dos Templarios, a quienes el gran maestre condenara a crecidas penas por sus crímenes. Era uno el prior de Montfaucon de la provincia de Tolosa, y el otro Noffodei, florentino; los cuales procuraban por tales medios, o adquirir su libertad ó consumar su venganza. La historia de Clemente V, escrita por Amauri, prior de Santa María de Aspiran, lo cuenta de la manera siguiente:

Estaban juntos en un calabozo de Tolosa dos criminales, uno de ellos era un templario y otro un natural de Beziers en Francia. Esperaban ambos día por día su sentencia de muerte, y a semejanza de los marineros que en los días de fortuna en la mar no tienen momento seguro, se confesaron recíprocamente. Parece que el caballero de la orden del Templo confesó arrodillado a los pies de su compañero los enormes delitos de que después se acusó a sus correligionarios, y éste, que por lo visto era poco escrupuloso, contó avezado que estaba a toda clase de crímenes, creyó, y no se engañó, haber encontrado un tesoro, comprando su libertad a costa de una infamia. Al día siguiente de la confesión Squino de Florian, que así se llamaba el de Beziers, llamó a un dependiente del gobierno militar del punto en que estaba detenido y le dijo que poseía un secreto, de naturaleza tan grave, que sólo al mismo rey lo podía confiar. La curiosidad por una parte, y por otra la razón de Estado, hicieron que el rey llamase a su presencia al miserable, y conducido por buena escolta refirió al monarca la confesión del templario, con lo cual mandados por él examinar otros de la orden, se halló la confesión del apóstata naturalmente confirmada. En el fondo del asunto, estas dos versiones tienen grande analogía; y sea cierta la una o la otra, el hecho es que el Rey de Francia fue el primero que tuvo noticia de tan grave asunto, siendo muy laudable la determinación que tomó de consultar con el Papa, lo que debía hacerse, atendiendo al carácter religioso de la orden del Templo. Hizo el rey al Papa la consulta en Lyón en el año de 1305, y en Poitiers en el año de 1307; pero como el secreto ya no lo era por haberse divulgado lo que tanto importaba ocultar, llegó a oídos del gran maestre y de los principales comendadores de la orden, los cuales, juzgándose heridos en su fama y en su honra, acudieron al Papa en queja, solicitando una pesquisa o información que pusiese a salvo la reputación de que gozaban. Muy natural creyó el Pontífice ser el paso de los Templarios, y como por otra parte había calificado de absurda la acusación por lo enorme, ofreció al rey en carta de 25 de agosto del año de 1307, empezar lo más pronto posible la información, para lo cual le pedía a Felipe instrucciones y noticias acerca del asunto.

Su confesor, inquisidor y fraile dominico, le estimulaba a comenzar por medio de su autoridad y jurisdicción real el procedimiento contra los Templarios, y el rey no necesitaba tampoco aguijón, pues recelaba que hecho más público de lo que ya estaba el secreto, peligrase su vida o su corona, siendo los caballeros muchos en número y muy ricos, con fortalezas y castillos en lodo el ámbito del reino, enlazados con las primeras familias, y con elementos de todo género para resistir. Estos temores no eran infundados, pues ya se susurraba que muchos disponían de sus bienes, y que otros se preparaban a salir del reino huyendo de los rigores que con razón esperaban y temían.

El rey no esperó más; después de oír a una junta compuesta de teólogos dio con reserva sus terminantes órdenes para que en un día y a una hora misma se procediese en todo el reino a la captura de los Templarios y ocupación de sus castillos y fortalezas: todos cayeron en la red con tanta maña tendida, hasta el mismo gran maestre, que había llegado pocos días antes de Chipre con sesenta caballeros más, parte muy selecta de la orden. El día 13 de octubre de 1307 tuvo lugar este importantísimo acaecimiento, prólogo del largo y complicado proceso que vamos a referir.

Juan, canónigo de San Víctor, testigo presencial, o a lo menos contemporáneo, cuenta el suceso de la manera siguiente:

“En un mismo día se ejecutó la orden del rey contra los Templarios. El gran maestre había vuelto a París desde Poitiers, donde había conferenciado con el Papa. Algunos cardenales estaban en el secreto, y estimulaban al rey a que tomase aquella rigorosa medida. Sorprendió esta a todo el mundo, creyendo ser cosa de la corte romana de acuerdo con el monarca, y ejecutada por Guillermo de Nogaret y Reynaldo de Roye. El rey mandó que fuesen custodiadas por guardias fieles las casas de los Templarios, para que en todo tiempo le diesen estrecha cuenta de cuanto en ellas se contenía y de los bienes inmuebles que poseían. Las causas de su prisión, herejía, blasfemia, menosprecio de Jesucristo y de su santa religión, e impurezas que estremece sólo el contarlas: cosas descubiertas ya hacia algún tiempo por personas notables, y otras que lo eran menos, y habían sido Templarios, a las cuales prendió Nogaret para que en su día depusiesen como testigos. Estos, a quienes se puede dar el dictado de acusadores, fueron custodiados en Corbeil, y mantenidos en estrecha incomunicación por la orden terminante del confesor del rey, el dominico padre Imbert. Al día siguiente, esto es, el 14 de octubre de 1307, se celebró grande asamblea en el capítulo de la catedral, al que asistieron los doctores de la universidad, los canónigos, Guillermo de Nogaret, el preboste de París y muchos oficiales del rey. El señor de Nogaret, encargado principalmente de la prisión de los Templarios, contó menudamente el caso y refirió los cinco capítulos principales de la acusación que contra aquellos fulminaban los acusadores. Al dia siguiente, 15 del mismo mes y año, el rey convocó a todo el clero de París y al pueblo de las parroquias, y reunidos en el jardín de su palacio les dijo cómo y por qué había preso a los Templarios, con el objeto de prevenir cualquiera opinión equivocada, temiendo a la mucha consideración de que disfrutaban a causa de sus riquezas y dignidades.” Hasta aquí Juan de San Víctor.

Deseando el rey llevar adelante el procedimiento e instado vivamente para ello, sin consultar con el Papa y como protector de la fe, dio comisión al fraile dominico, su confesor Guillermo de París, para que abriese un sumario en el que fuesen recibidas las declaraciones de los Templarios presos o detenidos en París: asistieran al confesor varios testigos rogados, y todo pasó ante la presencia de dos notarios, que dan fe de las actuaciones. Examinó Guillermo 140 testigos; la mayor parte estuvieron contestes acerca de los cuatro capítulos sobre que fueron interrogados, a saber:

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Las cuatro principales imputaciones a la Orden del Templo

Primero.- Si al entrar en la orden, el recipiendario les imponía la obligación de renegar de Jesucristo y les mandaba escupir a la santa cruz que de manifiesto y para este acto tenían delante.

Segundo.- Si era cierto que recomendándoles la castidad con respecto a las mujeres, les inducían a la sodomía, como cosa lícita, y si a su entrada o recibimiento habían seguido inmediatamente actos deshonestos y pecaminosos.

Tercero.- Si era cierto que la comunidad tenía un ídolo, al cual adoraban en los capítulos.

Cuarto.- Y si sabían si la orden tenia algún estatuto o reglamento secreto que previniese estas u otras prácticas.

Todos confesaron la primera y segunda pregunta, variando sólo en algunas particularidades poco dignas de tenerse en cuenta para la consecuencia final de la absolución o condenación de la orden. Unos dijeron que inmediatamente después de ser recibidos les inducían a cometer las herejías, otros que los llevaban detrás del altar, algunos que a una capilla secreta. Casi todos confiesan que el primer momento es de estupor, muchos se niegan y sólo obedecen en fuerza de las amenazas: hay quien no pudiendo resistir la terrible impresión, cae al suelo como herido de un rayo; protestan unos contra su entrada en la orden, y otros se confiesan con frailes de otras órdenes o con obispos, y recobran sus conciencias la tranquilidad perdida por medio de estas parciales absoluciones, una vez la penitencia cumplida. Casi todos por lo regular obedecen, pero ex ore, non ex corde; esto al renegar de Jesucristo.

En cuanto al escupir sobre la cruz, muchos confiesan haberlo hecho juxt, non supra. La segunda pregunta está contestada por todos, aunque salvando sus personas; solamente hay dos testigos que la absuelven en contra suya, citando al cómplice, que era nada menos que el maestre.

En cuanto a la tercera pregunta pocos la absuelven, pero ninguno la niega; dicen que la ignoran.

A la cuarta casi lodos se muestran ignorantes. Estas declaraciones, recibidas en París por Guillermo, el confesor del rey, fueron libres y espontáneas; no precedió a ellas tormento ni sugestión; son simples las preguntas, y más bien se nota que hay prisa a inquietud en despachar cuanto antes el sumario, que no ira ni deseo de buscar y agravar la culpabilidad en ciertos y determinados sujetos. Hay algunas declaraciones curiosas, que a la letra copiamos a insertamos en los apéndices que lleva esta ilustración, entre ellas la del gran maestre Jacobo Malai, Hugo de Paraudo, Alberto de Bumencourt, y otras que contienen alguna singularidad, dan más luz, o por el carácter del declarante prestan mayor firmeza. Hemos visto todo el proceso y leído una por una todas las declaraciones, y admira en unos la sumisión, en otros la estupidez, en muchos el miedo y en algunos pocos la admiración y aun la ira de verse engañados y ultrajados en su dignidad de caballeros y de hombres.

El sumario se extendió a todas las provincias, pero no se hizo con tanta prontitud que el Papa dejase de saberlo y detuviese las informaciones para darle otro giro a aquel asunto gravísimo, que tanto interesaba a la Iglesia y a toda la cristiandad. Letras sobre letras fueron dirigidas al rey por la santidad de Clemente V, en las cuales se inculcaba la doctrina de que siendo la orden del Templo un cuerpo religioso, sólo el Papa podía juzgar a los caballeros, y de ninguna manera la justicia del Rey, que visiblemente había traspasado sus limites prendiendo a los Templarios, secuestrándoles los bienes y limándoles declaraciones para proceder a ulteriores determinaciones; y contra el que más mostraba sus iras la corte pontificia era contra el confesor Guillermo de París y contra varios obispos, que obedeciendo las órdenes del rey habían abierto proceso en sus diócesis contra los delincuentes. Felipe contestó al Papa que en su calidad de protector de la Iglesia no podía mirar con indiferencia los progresos de la herejía, que tantas raíces había echado en aquella infame orden; que debía prevenir los complots que ya empezaban a formarse entre sus miembros para burlar el fin laudable de su justicia, que no era otro que el castigo de los horrendos crímenes cometidos a la sombra de la virtud en aquellos monasterios, que debieron ser siempre asilos de austera religión; que ya empezaban las intrigas, se urdían las tramas, se buscaban protectores y comenzaban las retractaciones, y que a todo esto daban pábulo las lentitudes con que en materia tan grave y que tanta celeridad exigía procedía el sumo pontífice, más atento a disminuir las faltas de los eclesiásticos que a castigar los delitos de súbditos infieles.

Sin embargo, el rey de Francia, no queriendo romper abiertamente con el Papa, ni aparecer como delator, escribió a Su Santidad el 24 de diciembre de 1307, diciéndole, que consentía en todo lo que le había propuesto, y que no siendo su intención menoscabar en lo mas mínimo los derechos de la Iglesia, ni renunciar a los que a su corona pertenecían, había entregado las personas de los Templarios a los cardenales legados, que traían el encargo de formar los procesos; y que en cuanto a los bienes tanto muebles como inmuebles, los había puesto a buen recaudo, y no en manos de sus intendentes, sino en el de personas abonadas que sabrían de ellos dar buena cuenta.

No contento el rey con esta carta, y aspirando a la nota de imparcial en el proceso comenzado, dispuso que varios de los presos fuesen conducidos a Poitiers a la presencia del Papa, y allí interrogados, una y otra vez, sobre los delitos de la orden. ¡Cuál fue la admiración del sumo pontífice y de los cardenales, cuando en pleno consistorio aquellos desgraciados ratificaron libremente y sin premio la confesión que habían hecho ante Guillermo de París pocos días antes! Hasta un caballero doméstico de Su Santidad confesó todas las abominaciones de que la orden era culpable, y él mismo uno de los cómplices. Convencido Clemente más de lo que quisiera de la verdad de las delaciones hechas contra la orden religiosa del Templo, expidió su bula que lleva la fecha del 5 julio de 1308 en Poitiers, y en ella alza la suspensión de los procedimientos, manda que sigan, con toda la posible celeridad, encomienda a los obispos y a los inquisidores su prosecución, reservando el fallo canónico para los concilios provinciales que debían celebrar los metropolitanos, juzgando sólo de los acusados de su diócesis, y de ninguna manera de la orden entera, por tocar esto a la santidad de la silla apostólica, así como las causas o procesos contra el gran maestre o maestres provinciales. Por otra bula, dada inmediatamente después de la anterior, el Papa asociaba a los obispos para los casos de herejía dos religiosos dominicos y otros dos franciscanos. Por último, Su Santidad se congratulaba por la manera franca, deferente y benévola con que el rey de Francia, teniendo en cuenta los respetos debidos a la Santa Sede, había aceptado sus consejos, y arreglado a ellos su conducta.

Convencido ya por sí mismo el sumo pontífice de la culpabilidad de los acusados, y tranquila su conciencia con la declaración conforme de sesenta y dos caballeros, dirigió sus letras apostólicas al regente del reino de Chipre, y a todos los príncipes de la cristiandad en cuyos estados existía la orden del Templo, para que procediesen a la prisión de los caballeros y embargo de los bienes de la comunidad, con un interrogatorio de catorce capítulos, al tenor del cual debían ser preguntados los presuntos reos por medio de comisarios que nombraba, celebrando y encareciendo mucho la piedad de Felipe y su exquisita diligencia, por cuyo medio había querido Dios descubrir tan grandes maldades tiempo hacía ocultas, y ahora reveladas, para hacer resaltar más y más su inmenso poder. Los capítulos del interrogatorio eran el resumen verídico y exacto de las declaraciones de los Templarios.

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Felipe el Hermoso realiza un sondeo popular antes de actuar contra el Templo

El rey de Francia, mientras esto pasaba en Poitiers, no se descuidaba, celoso por una parte de sus prerrogativas, y no queriendo por otra abandonar, un procedimiento por él incoado, y al cual habían dado margen su celo por la religión y el sentimiento de justicia que abrigaba en su corazón; así es que lo consultó al claustro de teología de la universidad de París, el cual dio un dictamen favorable al Papa, diciendo que un príncipe lego no podía conocer del delito de herejía, ni de los crímenes religiosos, y que los Templarios por ser militares no estaban exentos del fuero de la Iglesia. Muy de concierto hasta ahora caminaban el Papa y el rey de Francia en un asunto cuya fama, difundida ya por toda la cristiandad, tenía en suspenso a las gentes y divididas las opiniones como en casos tales acontece. Felipe el Hermoso, que hasta este momento había procedido con la mayor cordura, quiso oír el dictamen de su parlamento, y mandó reunirlo en Tours antes de abocarse con el sumo pontífice por segunda vez, para tratar de lo que a todos traía tan inquietos. Este parlamento no fue como muchos otros, una reunión de magistrados más o menos díscolos, mejor o peor avenidos con la corte, negándose o prestándose a registrar los edictos reales; este parlamento se asemejó mucho a unos estados generales, pues a él fueron convocados todos los diputados de las ciudades y villas de Francia, nobles y plebeyos, clérigos y legos. “Porque Felipe, dice Juan de San Víctor, para dar un claro testimonio de la lealtad de sus intenciones y de la discreción de su conducta, quiso averiguar el parecer de sus súbditos de toda clase y condición; así es que no solamente oyó el consejo de los nobles y el de los eclesiásticos, sino también el de los legos y el del pueblo. Todos los diputados reunidos en Tours en el mes de mayo de 1308, después de oídas las deposiciones de los Templarios, juzgaron que debían ser condenados a muerte.”

Este parecer era conforme a la tradición de los parlamentos, y a la norma de su jurisprudencia, que nunca fue otra que la de defender a todo trance las regalías de la corona de las invasiones de la corte romana. Sigue Juan de San Vicente:

“El rey requirió a los principales doctores de la universidad de Paris para que le remitiesen la sentencia o censura contra los Templarios, juntamente con la confesión del gran maestre y los principales comendadores. La universidad, con presencia de un notario, copió las confesiones, y las remitió al rey con la copia de una carta circular escrita por el gran maestre a todos los caballeros, en la cual les prevenía que siguiesen su ejemplo, confesando sus culpas toda vez que habían sido seducidos por antiguos errores. La universidad acompañaba a estos interesantes documentos su parecer en el asunto, y era el siguiente:

“Sólo la Santa Sede tiene derecho a juzgar de los asuntos religiosos, de las herejías o de los grandes crímenes”.

El Papa y el rey celebraron nuevas vistas en Poitiers, y en presencia de varios cardenales y doctores, acordaron unánimemente que los bienes de los Templarios quedasen en poder de los oficiales del rey hasta nueva orden. En cuanto a las personas, se determinó que el rey las custodiase sin imponerles pena hasta la resolución del futuro concilio general que debía celebrarse en Viena de Francia el año de 1310.

No pudo el Papa, como deseaba, y como explícitamente lo decía en sus cartas dirigidas a toda la cristiandad, recibir personalmente las declaraciones del gran maestre y de otros cuatro principales de la orden, por ser comendadores o preceptores, pues dolientes a causa de las prisiones y trabajos sufridos, no podían ir a Poitiers: en tal caso, Clemente dio el delicado encargo a tres cardenales, los cuales, trasladados a Chinon, residencia de los reos, fueron oídos y examinados al tenor del interrogatorio antes publicado y circulado; todos estuvieron conformes en sus primeras declaraciones, ratificándolas de nuevo, incluso el gran maestre; todos abjuraron la herejía y pidieron humildemente la absolución, con el firme propósito de cumplir la penitencia que la Santa Sede quisiera imponerles. Los comisarios absolvieron a los dichos de las censuras, en vista de las muestras de arrepentimiento que dieron, sobre todo el gran maestre, Hugo de Peralde, y el gran comendador de Chipre, de quienes hacen especial mención.

Llegó ya el gran día en que el Papa nombrase los comisarios que debían instruir el proceso contra los Templarios del mundo Cristiano; nombró para ello por sus letras apostólicas a los metropolitanos de las provincias, y en Paris al arzobispo Narbonense, a los obispos Bajosense, Mimatense y Lemovicense, a Mateo de Ñapóles, Juan de Mantua, Juan de Montaur, arcedianos de Rouen, de Trento y de Maguelone, y a Guillermo Agarni, prepósito de Aix. En la bula que les dirige, y que encabeza el proceso y empieza: “Fascines misereicordiamcum servo suo”, el Santo Padre refiere menudamente cuanto hasta entonces se había averiguado de los delitos de los Templarios, sus declaraciones, lo que su misma santidad había oído de los acusados, y no termina la bula sin hacer elogios merecidos del rey de Francia.

Instalada la comisión, citaron a todos los Templarios de Francia a comparecer en su presencia, y el 22 de septiembre, del año de 1309, los comisarios celebraron su primera sesión con todo el aparato y las augustas formalidades de los tribunales de justicia, en una de las salas del palacio episcopal de París. Es curiosa la primera declaración que recibieron, y que por lo mismo copiamos a continuación, sin perjuicio de hacerlo de otros documentos en los apéndices.

“Eadem die Sabali, supradicti dominis commisariis existentibus in camera Episcopalis, et pro Tribunali sedentibus, venit quidam in habitu seculari ad presenciam corumdem, qui dicebatur venire pro facto dictorum templariorum. Interrogatus ab eis, de nomine, condicione, et causa advenlus ejusdem, respondit quod vocabatur Joannes de Melot, et quod erat diocesis Bisutenensis, et exhibuit quoddam sigillum in quo predictum nomen videbatur esse scullum, quod sigillum asserebat esse suum. Dixit etiam se fuisse de ordine Templi, el habitum ejusdem ordinis decem annis portasse, et se exivisse de eodem ordine, et quod nunquam, in anima et fide sua jurans, viderat, nec audiverat, nec sciverat aliquod malum de ordine supradicto. Dixit etiam, quod venerat ad dictos dominos commisarios, paratus facere et sigillare quisquid vellent. Interrogatus a dictis dominis commisariis, si venerat ad defendendum dictum ordinem Templi, et si volebat eum defendere quod diceret eis, quia parati erat benigne audire eumdem, respondit quod non venerat nisi ad illa que supradixit, et quod volebat scire quod fieret de ordine supradicto, et quod nolebat defendere ordinem supradiclum, instans paene ipsos dominos commisarios, quod ordinaret de eo illud quod vellent, et quod facerent sibi ministrari vitam, cum pauper esset. El quia fuit visum eisdem dominis commisariis, ex aspectu et consideratione persone suae, actuum, gestuum, et loquela, quod erat valde simplex, vel fatuus, et non bene compos mentis suae, non prosesserunt ulterius cum codem, sed suaserunt quod iret ad predictum dominum Episcopum Parisiensem, ad quem pertinebat recipere tales fratres fugitivos in sua diocesi Parisiensi, et quod sibi exponeret factum suum, et ipse benigno audiret eundem, et de eo disponeret el ordinaret, ut existimabant, quoad victum et alia, quod servatur in aliis fratribus dicti ordinis fugitivis, et sic recessit ad presentiam eorumdem.”

No empezaba mal la comisión, juicios inescrutables de Dios; el proceso tan preñado de desgracias, preliminar necesario de la extinción de una orden que había con la fama de sus caballeros llenado los ámbitos del mundo, empezaba por la declaración de un loco.

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El Papa Clemente delimita las responsabilidades eclesiásticas

El Papa, por sus letras apostólicas, daba a entender, con sobra de claridad, que en las pesquisas que de su orden mandó hacer en toda la cristiandad, y muy particularmente en Francia, sólo llevaba por objeto instruir un sumario sobre la inocencia o culpabilidad de la orden, para que el congreso convocado para Viena pudiera dar con conocimiento de causa su fallo absolutorio o condenatorio; pero en esta decisión, que sólo lastimaba a la orden, no estaba comprendida la jurisdicción que sobre las personas tenían los obispos y concilios provinciales, a quienes incumbía juzgar los delitos de herejía. Más de una vez los comisarios del Papa en París hicieron presente esta doctrina a los que declaraban, y no perdonaron medio de buscar defensores para la orden, preguntando a todos si querían serlo y ofreciéndoles, en caso afirmativo, ayuda, protección, inmunidad y libertad. Una de las declaraciones más importantes que los comisarios recibieron, fue la de Jacobo Molai, gran maestre de la orden. Este caballero había dado su primera declaración ante Guillermo de París, confesando de plano todos los cargos que se le habían hecho; además, cuando la universidad remitió al rey copia de todo lo actuado para que sirviese de conocimiento al parlamento de Tours, remitió también una carta circular del maestre a los Templarios, exhortándolos a decir la verdad, como él lo había hecho, confesando antiguos pecados, hijos de corruptelas introducidas en la orden.

Cuando interrogado en Chinon por los cardenales delegados por el Papa, confesó sus pecados y pidió la absolución de las censuras, que le fue otorgada. Y ahora, al leerle la bula de Su Santidad, en la cual se refería toda esta larga y lamentable historia, admirado y aun horrorizado, exclamó:

“Producendo his signum crucis coram facie sua et in aliis signis pretendere videbatur, se esse valde stupefactum de hiis que continebantur super predicta confessione sua, et aliis in literis apostolicis supra dictis), dicens inter alia, quod si dicti Domini Comisarii fuissent alii quibus liceret hoc audiret, ipse diceret aliud. Et cum fuisset responsum eidem, per dictos commisarios, quod ipsi non erant at recipiendum vadium duelli, subjunxit dictus Magister, quod non intendebat dicere de hoc, sed placert Deo quod illud quod observatur a Sarracenis et Tartaris, observaretur contra tales perversos in hoc casu, nan dicti Sarraceni et Tartari abscindunt caput pervertis inventis; vel scindunt eos per medium. Et tum fuit subjunctum per dictos dominos comisarios, quod Eclesia illos qui inveniebantur heretici, judicabat hereticos, el obstinatos relinquebat curie seculari”.

Causa grande admiración el ver al maestre confesar por dos o tres veces los delitos de que se acusaba a toda la orden, y negarlos tan de repente y tan audazmente a los comisarios del Papa. Por desgracia son tales las contradicciones en la conducta de este dignatario hasta su desgraciada muerte, que más y más testifican la verdad de sus primeras declaraciones, o lo que es lo mismo, su propia culpabilidad y la de sus compañeros.

Querían los comisarios que dijese clara y terminantemente si se comprometía o no a defender la orden, y sobre este particular, que las más veces eludía, alegaba las excelencias de aquella religión, en la que el culto que a Dios se daba era superior al de las otras iglesias, las limosnas más en número y más cuantiosas (num in omnibus dominibus ordinis ex generali ordinatione ipsius ordinis, dabant ter, in septimana elemosinam omnibus accipere volentibus eam); y por último decía que los caballeros Templarios habían derramado cual nadie la sangre en defensa de la fe de Cristo; que él era un noble sin letras y pobre además, y desvalido, pero que no tendría reparo en presentarse al Papa, tanto más cuanto que creía haber oído que Su Santidad se había reservado juzgarlo y a los comendadores mayores. Ningún cargo se le hizo, ninguna violencia se empleó; a las razones que el Señor de Nogaret adujo, contestó como pudo; más adelante volverá a presentarse el gran maestre ante los tribunales con nuevas contradicciones, hasta que por último, condenado por la justicia de los hombres, apelará en su momento supremo, protestando de su inocencia para ante la justicia divina.

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Generación 64- Carpe diem


Última Edición: 13 años 4 meses antes por FeniXD.

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